26.12.08

Again

And yes, again, here I am.

Listening to Comptine d'une autre été and writing to you –again –another letter that maybe I will not send.

I am wearing my red dress. Eating pitted dates. My colorful white-pink socks laying on the bed, and me, lying on the red little sit that I love so much. The window is showing a quiet, almost dreams-from sight. The threes are graciously moved by the slowly blowing wind. It is such a nice moment. It seems that is going to start raining suddenly/ raindrops weeping a blink after I sighed – again.

This morning, at 6 or more, I felt Alexis and Maea getting ready to go to camp. I was totally knocked out – tired because of staying awake until 3:40 AM. But at least I was not supposed to be getting ready to go away as they were.
You were.

Unavoidably, I started feeling a little guilty. You probably didn’t want to wake up, and even if you did, you probably were so tired! Try not to extent conversations for so long in the night, nocturne creature; not everyone is free of activities and not everyone is willing to stay in bed even though there are classes. Ha ha. Not funny.

And then I realized. The first thing I thought about when I opened my eyes... it was you – again.

(Sigh) I would not like this to become only a romantic/lovely/silly/whatever experience. You are not someone I want to fall for, just right this moment. You are more likely to be someone I want to share a moment – many moments – full of reflections, conversations; a search of self, a metaphorical song; a silent walk around the block of residences.

You are someone I want to see light with. Not someone I want to have an affair with.
Not because I do not like you; not because you are not nice, cute, interesting, awaken enough to call my attention.

Is because I feel – somehow – that by making this amazing connection, this explosion in which we found each other, something so limited as a romantic relationship – a human romantic relationship – will ruin in some way the unconscious connection we already established.

The type of relationship I would like to have with you goes beyond that experience. I can not describe what kind of experience I would like to share with you, but not an affair.

Maybe, is more about not romantic love.
It is about real love.

And what is "real love"? You may wonder.
So do I.

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Éter

Un día, justo en ese punto intermedio entre desvanecerse en la noche y brillar con el sol de la tarde, tome tu espíritu y comencé a moldearlo con mis manos.

Mis dedos se movían dóciles, frágiles, tranquilos. Al compás de la respiración de un ejercicio de meditación. El dedo índice doblándose en si mismo, con seguridad y agilidad, sentaba las bases del siguiente dedo. El anular señalaba distante hacia el cielo. Alrededor, el aroma a cigarra, el aroma a caballo, el aroma a multiprocesador de verduras con nombres exportados. Alrededor, una de mis tantas sonrisas perdidas, vino de visita. Estaba sentada frente a mis manos laboriosas.

Tu espíritu, quejumbroso, maleable, se movía al compás de mi respiración - como en un ejercicio de meditación -.

Satanás en sus ojos.
sánataS ne sus sojo.


Rahel y Estha. Ammu y Velutha. Karina y Jesse. Todos personajes que vinieron a hacer de espectadores. Las últimas gotas de amatista caían, sin ningún tipo de contemplación. Hasta las ojas secas, que pintaban el piso de color naturaleza.

Y luego, cuando ya la agonía de las sonrisas perdidas dejaron a la naturaleza pintar la tarde color crepúsculo, Rahel y Estha se amaron sin seguir ningún tipo de regla de monjas roídas por los principios de auto-humillaciones.

Y luego, cuando las desahuciadas porciones de tu ser contenidas en la incorporeidad de mi plastilina juguetona decidieron dejar de ser sólidas y convertirse en éter, Ammu y Velutha se amaron a la orilla del río. Sufriendo atentados de mangostas y de hormigas y de asesinos en potencia en cada molécula de escaleras que los rodeaba.

Y luego, cuando el silencio se impuso, cuando mis dedos se quedaron quietos posados sobre tu nombre luego de haber acabado con los últimos pedazos de tu de tu ser – reflejados en la aurora boreal de Lappiland, que tal vez están viendo en estos momentos – Karina y Jesse no se amaron trasgrediendo reglas o desafiando mangostas u hormigas.

Se despidieron con medias frases, con medias de colores, con medias porque nunca hubo completas. Se despidieron sin besos, sin abrazos, sin peleas, sin sonrisas, sin espíritus.
Se despidieron de la mano de mis dedos adoloridos y tu alma pulverizada. Simplemente se despidieron.

Y ahora, de Nuevo, sigue el camino

Pocos fueron lastimados. Tus miedos no se cumplieron.

Solo hemos herido entes insignificantes.

Solo tu espíritu.

Solo mis dedos índice, anular y el pulgar, que ejecutan en silencio Comptine d’une autre été en un piano ajeno, perdido en medio del lejano viejo oeste

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24.12.08

Aristas

Hay una parte de mí con la que la coexistencia se hace confusa y placenteramente desagradable. Es de esos lados de uno mismo que se trata de maquillar con base universal extra duradera, de esas que promocionan las actrices de Hollywood y los sacerdotes en Domingos de Ramos.

Una arista – una de las aristas del dodecágono de mi ser no ontológico con el que nunca aprendí a negociar la propia aceptación. Uno de esos lados que Gandhi hubiera querido ver en Sudáfrica; o Julio asociaría a los hombres que usan el lápiz - burdo invento de ellos mismos – para masturbar sus mentes con él.

Estoy tan convencido de que ese lado existe como de que mi bisabuela ha pasado el climaterio cuatro veces. Tan convencido de que esa arista es real como de que sus besos y caricias aquella noche fueron fingidos para no dejarme con ganas.

Y este lado en cuestión no consta de ángulos, ni de catetos ni de hipotenusas. Aprecio mucho el álgebra, las fórmulas y la aritmética: pero ese lado de mí escapa a toda medida. Sin embargo, no escapa al hombre: por lo que retracto y digo que escapa a mi medida.

Ese lado… que es feliz. Puede levantarse todos los días y sonreír ante la perspectiva de volverse un ser humano explotado fuera de un cubículo real llenando uno imaginario. Puede partir los mendrugos de libros con sus no semejantes, e igualarse a la contra dignidad de cobrar un ojo por ojo y diente por diente, manteniendo la ficticia integridad donde todos se aprovechan de él.

Ese lado se ve a sí mismo como una fémina porque no vive escondiendo la vulnerabilidad inculcada en una familia de féminas machistas que criaron solas clanes enteros, que nada tendrían que envidiar a la Camarilla o al Sabath.

Ese lado tan simplejo que es capaz de seguir instructivos, rellenar expectativas: cumplir órdenes autómatas, doblegarse ante candidatos a la vide presidencia y rechazar proposiciones de matrimonio – cuando sabe que es más probable que Lisa Simpson se case antes .

Ese lado que ayuda a las ancianas a cruzar la calle. Que sonríe a las ex novias despechadas. Que se comporta amable con el imbécil que se lleva a bailar a la trigueña interesante que vi primero. Ese lado que nunca diría que no a su madre; y que jamás sería tan malo como para pegarle a la abuela. Ese lado que acompaña a la hermana menor a encontrarse a escondidas con el novio y recibe en retribución una gigantesca L en la frente.

Ese lado que es feliz sin preocuparse por lo profundo, porque sabe que sólo los idiotas pueden ser totalmente felices .

Ese lado que es capaz de suplantar con actividad física y con momentos de distracción sana la carencia absoluta de explanación sexual y creativa. Ese lado que puede sonreír y no cuidarse la espalda de intelectuales dispuestos a desmentir todas las creencias valederas como asidero de matasanos y mata-listos.

Ese lado de mí que personifica al hombre modesto que con poco se conforma.
Y yo me pregunto, ¿dónde estuvo ese maldito lado de mi las últimas dos décadas?

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* Hasta donde sé, ya se consiguió novio. Pero conocemos a Matt Gröning: Lisa no se va a casar jamás.

** Vargas Llosa, Mario

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23.12.08

Veinticuatro

No pienso manifestarme. No pienso mostrar, ni mostrarme, ni demostrar nada el próximo veinticuatro. Y que la Navidad se marche silenciosa y cabizbaja a la zona más alta del barco para avistar tierra: porque yo no pienso prestarle atención.

Porque estas perras negras* no se dejan coger de la misma forma, y porque mi lápiz ya no puede masturbar con su mismo estilo insolente, liberador y catártico**. Las palabras están gastadas, lo ordenadores se han dispuesto con exactamente las mismas letras del abecedario una y otra y otra vez.

Una y otra. Y otra. Veinticuatro veces. Veinticuatro, no más. Veinticuatro, en esa pesadilla recurrente donde las combinaciones posibles y los ordenamientos definen una deforme secuencia de ideas que ha nacido condenada a jamás realizarse como lo que ha sido prevista. Igual a los hombres y caballos y legos que se explica a Sofía: igual a las ideas que Platón nunca dejó realizar en los hombres – y no porque no nos diera permiso.

Veinticuatro: unos milenios antes de lo que sus expectativas hubieran esperado cumplir en mí. Veinticuatro, la proyectada donde busqué prostitutas de forma infructuosa: prostitutas que calmaran el ansía de sexo que mi mente engulle y mi ser no ontológico rehúye.

Veinticuatro: día en el que estaré cocinando en compañía de ella, con sus ojos rasgados y su corto cabello negro***. Sabiendo que tanto ella como yo somos ideas falladas, y que el lápiz que nos forjó masturbaba dioses. Así como el lápiz que hoy suplanto con tecnología placentera da a lugar a los universos donde la recreo a ella y a él: donde puedo adueñarme de sus destinos.

Veinticuatro: las vidas que deben pasar antes de que mi miembro pueda tener una erección amorosa, o antes de que su vagina pueda albergar mis palabras.

Ese dos y ese cuatro, dispuestos al azar, fijados para el cumpleaños de la mujer que me limpia la casa y prepara la comida. Que no es mi esposa. Ni tú, que no eres mi alma.

Veinticuatro: un número que también tendrá algo que ver con aquellos amigos que bordean despeñaderos del océano de Caronte. Un número que no me persigue como lo hacen los gatos, pero que marca presencia en forma simbólica: como podría haber sido mi natividad novena, o mi muerte – un 2006.

¿Veinticuatro o tres? ¿Veinticuatro o tres? No, tres no: sólo dos. Dos para tener el valor de poder besarla mientras me prepare damplings o patatas fritas. Dos para poder dividir el doce, que se convierta en seis y se repita en tres oportunidades: una en que le robo, otra en que la ideo, y otra que asesino a Gaarder por ofrecerme filosofía barata cuando lo que precisaba era una maldita puta masculina en la veinticuatro proyectada el miércoles pasado. Una puta masculina, o una femenina, no peco de lesbiano ni de travestida para poner objeciones.

La sed de mi ser no ontológico no se callará antes la ausencia de sus ojos rasgados, y buscará una nueva forma de suplantar los números con las mismas gastadas combinaciones que desaparecen del teclado – un poco cada nanosegundo****.

Veinticuatro letras que sólo pueden reducirse a tres definitorias del universo con sus vueltas y venidas, con sus tangentes y escaladas; con su dios, exista o no*****.

Veinticuatro en tres: vos.
Pero sólo se reducen a dos. Veinticuatro y dos.
NO******.

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* Las de Gabo.

** Julio Torres; ensayo en un lugar que ni me acuerdo y no pienso encontrar ahora para no irritar a los de derechos de autor.

*** Todo esto, claro, asumiendo que ella acceda a verme como un hombre y no como un adefesio dispuesto a buscar al averdad a su lado. Porque siendo el hombre el que mide; y yo el que deseo no medir su vida en función a la mía. No, no hay reconciliación absoluta ni imposible en esa situación.

**** Me gusta esa palabra, nanosegundo. Y apuesto que en uno de ellos vas a olvidar lo que traté de decirte.

***** Don Federico, ése que dijo que dios murió.

****** Su palabra inicial no era NO, era YO.

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Amado nanosegundo

Entre las miles de cosas que pensaba, una idea tomó protagonismo y llenó mi cabeza como una cheeseburger llena las arterias de materia fecal. Claro, hay que admitirlo: es sólo otro tanto de los pensamientos que existen en la vaina de esta afilada espada; y como buena espada, mientras más pesada y grande sea, es más difícil de manejar. Por lo tanto, explayarse en un solo punto del pensamiento es darle agilidad y no cantidad al número de ideas infinitas concebidas en una milésima de nanosegundo*. Ergo, pensaré en ese punto por una vez, y os contaré al respecto.

Pensaba en un par de sujetos de prueba, y las posibilidades de compartir una vida despreocupada y sexualmente activa. Sujeto en cuestión es muy abierto sexualmente, tanto en la interpretación morbosa como en la tolerancia ideológica. Sujeta en cuestión es tolerante y condescendiente al respecto, y admite gustar de la actividad sin pormenores de remordimiento moral.

Sin embargo, es sabido que ambos sujetos no crearon – y no tienen un interés real en crear un vínculo amoroso. So, nos encontramos ante la típica situación de muy buenos amigos con derechos que comparten la misma cama mientras se ofrecen placer mutuo. Claro que esta situación es un retrato al por mayor y garabateado a la velocidad de los compases de Värtinnä**; y los pormenores de dicha situación se ajustan deliciosamente a la (no) identificación del actual lector.

¿Cuál es el quid de la cuestión? Tropecé con sujeta existencialista amoral amorosamente lastimada; y con sujeto existencialista, sexópata amorosamente lastimado. Llenan el perfil perfecto de la amistad sincera donde pueden brindarse el favor de satisfacer su energía sexual creativa sin tener que comprometerse a ser adultos – avoiding la responsabilidad de cargar con las hormonas y/o descargarlas compulsivamente.

Pero sujeta no quiere sexo per se. Y sujeto no quiere amor per sexo. En este punto mi pensamiento fue capturado. Porque situaciones así se ven día a día, ¡son tan naturales! Los gatos de la vuelta de las esquina; los adictos que flirtean con actualizaciones de estado en msn; las bailarinas que tropiezan con trovadores en eventos culturales; los nihilistas que discuten al Marqués (no a Márquez) antes de llenar sus espacios aquelarristas. Digo, digo: no es Paraguay honesto. No es nada nuevo pensar en eso.

¿Qué es lo nuevo, entonces, mentecato manipulador de párrafos? Bueno, lo nuevo es encontrar más razón en la sexo-dadora que en el sexo-dador. ¡Qué la niña tiene más razón! Sexo per se, como si nada, para satisfacción hedonista, está a la orden del día. Y surge como un impulso cuidadosamente fingido en pensamiento racional, cumpliéndose siempre y cuando los, las o los y las personas deseosas de cubrir sus experiencias estén disponibles.

Lo que nunca surge es una mujer que se niegue a coger dentro de mi cabeza, y eso es sorprendente y un poco chocante. Porque conozco muchas amigas de más de veinte que siguen vírgenes y no tienen mucho interés en dejar el hábito – como yo perdí el interés en el sexo casual.

El problema entonces es la canalización de la información, y el desmerecimiento del sexo. ¿A qué viene que un acto tan lleno de ventajas y tan realizador a nivel emocional esté disminuido al conflicto del sexópata y la emo?

Viene a la existencia de medios hedonistas, de expresiones deformes, de parches emocionales y de explotación física para fines meramente fisiológicos-hormonales. Viene de la mano de la costumbre en boga de bailar el hasta abajo y predicar el liberalismo, atando a las chicas a ser putas cuando se acuestan con tres tipos en una semana mientras a los chicos se les da el mismo título por dormir con un hombre en su vida. “Si sos atractiva, te hablan y nos respondés, sos puta. Si respondés, no sos sólo puta: también sos fácil”*** dijo una amistad que lidia diariamente con el acoso de freaks y el desprecio de chetos.

La cosificación viene a la par de los discursos vacíos. Donde las palabras vulgares reemplazan al nanosegundo, y se vuelven ordinariamente familiares, borrando toda huella posible de belleza en un acto que únicamente satisface deseos pasionales.

El ser humano, por muy libre y aceptante que sea para con sus pasiones, convive en sí mismo con otras partes de sí mismo que responden a emociones, ideas de respeto y moral, y un deseo infinito y hábilmente maquillado. Se consuela y alimenta entonces con palabras, producciones fotográficas, moda, spots, tatuajes; fiestas y relaciones de sexo libre con amigos, amigas y perros chow-chow, perforaciones corporales y vestidos ajustados con brillo en la punta del pecho; bebidas con altos niveles de estimulantes de toda clase, polvos, filtros y humos compuestos de varios químicos cancerígenos, juegos de víctima, dominación y poder, y palabras falsas que apuntan a fingir un momento de intercambio emocional para llegar al tan ansiado momento climático (que a la larga hace más frustrante al momento climatérico)

Quedo entonces mal parado (porque tampoco se me anda parando) mientras defiendo una nueva alternativa: apostar a la opción de aquél Gurú**** que alguna vez afirmó que en Oriente el sexo revienta hacia Occidente porque allá lo borran y aquí lo cuecen. Pero dentro de poco aquí querrán borrarlo, y lo cocerán como palomitas para películas allá*****. Y para ese entonces podríamos darnos la oportunidad de redescubrir a las revistas de moda por el brillo de los ojos de sus modelos sufridos – no por el diámetro de sus mamas.

Mientras tanto, buen provecho con el presente: sirve de útiles múltiples maneras a sublimar esas pasiones y a entretener gatos de vecinos solteros –carentes de escapes físico por su nivel de extravagancia moralista. O porque usted no le ha hecho el favor.******

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* AMO esa palabra. Nanosegundo, nanosegundo, nanosegundo.

** “Oitara, aitara…” Canciones extrañas pero con ritmo marcado: geniales para ejercicios de calentamiento.

*** Mujer sexy, por cierto, la autora de esa frase.

**** Me pidió que protegiera su nombre, es un poco tímido. Ya saben, con eso de que escribió treinta libros y tiene seguidores en el mundo… la cosa no está fácil.

***** Entiendo que usted puede discrepar en este punto por la bomba constante de ilustraciones cómicas de tipo pornográfico de un país superpotencia en específico. Yo le digo: lea sobre la cultura india, vietnamita, china, indonesa y/o de más al medio (Irán, Irak, Arbzeidaján, Kazahjistán, etc.) Un país promocionado en un solo aspecto puede dibujarnos una cultura no correspondiente, así como ciertos paraguayos talentosos pueden darle buena fama a Paraguay. Las cosas son mucho más amplias. Lea mucho y luego cómprese una nueva visión.

****** Le puse de título previo alternativo a este ensayo “Non cogito, ergo superficiali sum”. Y un primer título alternativo: "Sobre coito y gatos en la esquina".

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3.12.08

Espacio

A nadie le quepa duda de que las personas, con respecto a la Tierra, son criaturas insignificantes: mientras las primeras no sobrepasan los 2,50 metros de altura -con mucho-, la Tierra cuenta con un diámetro de 12,756 Km., lo que le da categoría de “el más grande de los planetas interiores” (entre Mercurio, Marte y Venus). No es necesario un análisis exhaustivo para ver que hay una gran desproporción entre el tamaño de uno y otro; así que, con ésta primera conclusión, surge una pequeña inquietud que se plasma en el siguiente planteamiento, propuesto en El Principito:
Los hombres ocupan muy poco lugar en la Tierra. Si los dos mil millones de habitantes que pueblan la Tierra se colocaran uno junto a otro, un poco apretados, como en una manifestación, podrían pararse cómodamente en una plaza pública de veinte millas de largo por veinte de ancho. (…) Seguramente las personas mayores no les creerán tal cosa, porque imaginan que necesitan ocupar grandes espacios” (1).
¿Necesitamos en realidad ocupar tanto espacio? ¿Tomar todo, adueñarnos de ello, poseerlo? ¿No son suficientes acaso nuestros pequeños hogares, nuestros pueblos, villas? ¿Necesitamos, en verdad, más espacio…?

Desde tiempos inmemoriales, la posesión de los mejores territorios o la mayor cantidad de ellos determinaba el poderío de los pueblos que iban asentándose. La orilla de un río, la tierra fértil, alimentos y recursos disponibles determinaban su alcance. Y una vez que obtuvieron todo eso, se formaron como ciudad, se establecieron de manera sedentaria, evolucionaron y se volvieron poderosos. ¿Qué les haría falta para ser más poderosos, en esa ambición característica de nuestra raza? ¡Someter a los pueblos menos o igual de poderosos que ellos, y tomar sus espacios, sus buenas tierras, sus recursos y riquezas!

Es de estas circunstancias que surgen los grandes héroes de la antigüedad: Aquiles, Alejandro Magno, Julio César, Atila el Huno… estos personajes, en especial, tienen una característica en común: gran parte de su fama se debe a la/s conquista/s de cada uno, en un grado y/o circunstancias diferentes, y al final de todo, conquistaron la inmortalidad histórica. Aquiles conquistó la fama a la vez que conquistó el protagonismo en la famosa guerra de Troya. Julio César no dejaba de conquistar pueblos a su paso; y fue conquistado por los seductores encantos de Cleopatra, Reina de Egipto. Fue conquistado por creer suya la conquista (¡Qué ironía!).

Atila el Huno, conocido como “El Azote de Dios”, fue derrotado por Aníbal en su batalla final, tratando de conquistar la frontera y los Cáucasos. Aníbal entonces, por curiosidad, le preguntó quiénes, a su criterio, le parecía los más grandes conquistadores de la humanidad. Atila dijo que en tercer puesto ponía a Julio César, en segundo a él mismo, y en primero, a Alejandro Magno. "¿Por qué te colocas en segundo lugar, si yo te he derrotado?”, le interpeló Aníbal, a lo que Atila respondió “Porque si no lo hacías, yo sería el primero” (2).

Alejandro Magno tiene recibió también un comentario que viene al caso: cierta vez, su padre, Filipo, Rey de Macedonia en ese entonces, le dijo:
Busca, hijo mío, un reino igual a ti, porque en Macedonia no cabes” (3).
Alejandro murió a los 32 años, habiendo conquistado el 90% del mundo conocido en ese entonces. Siglos después, su sueño de helenizar al mundo era una realidad. La grandeza iba de la mano de la conquista, y la conquista no era más que la posesión de más mejores territorios: espacios.

Con el paso del tiempo, la humanidad fue manifestando su poderío y alcance mediante la posesión de grandes espacios, ya sean físicos o culturales. Las cruzadas, en pos de la recuperación de lo que, a juicio de los cristianos de ese entonces, les pertenecía, como si la pertenencia universal no fuera una opción; la conquista y colonización de América; la independencia de la misma, la fundación de las Repúblicas independientes y estados unidos; las guerras por la posesión de más y más y más territorios, como las conquistas de Victoria, la Reina de Inglaterra. La mismísima guerra de la Triple Alianza puso en juego la pérdida de gran parte del suelo paraguayo. Todo siempre ha sido la posesión, la ambición de tener más espacio para demostrar cuán poderosos somos.

Hoy día, en la gran revolución informática y en la moderna época en que las telecomunicaciones avanzan y la posesión de recursos como el petróleo y el agua son infalibles (sí, el agua ya es escasa) lo que determina el poder es la posesión de los mismos y al manejo de las nuevas tecnologías. Así es que nos encontramos ante el dilema del espacio informático. En 1981, Bill Gates hizo un comentario al que deberá preceder una pequeña explicación para poder apreciarlo: la menor unidad de almacenamiento informático es 1 K. Este almacenamiento se usa tanto para guardar datos como para mejorar la velocidad y calidad del trabajo en proceso en el ordenador. Con el paso del tiempo y el avance tecnología, fue necesario más espacio para trabajar y almacenar: por ende, se crearon nuevas unidades de medida, que son como siguen:

o 1024 K = 1 Kigabite
o 1024 Kb = 1 Megabite
o 1024 Mb = 1 Gigabite
o 1024 Gb = 1 Terabite

En el mencionado lanzamiento, Bill Gates declaró la hoy célebre frase:
Nadie necesitará más de 637 KB de memoria (RAM) para un ordenador personal. 640 KB deben ser suficientes para cualquiera” (4)
. Hoy día, las películas que se almacenan en cantidades dentro de las computadoras de los jóvenes ocupan, como mínimo, 4 Gigabites de espacio, y estamos ante el inminente lanzamiento del Disco Duro de 1 Terabite. Las grandes compañías se conectan en red y utilizan como mínimo, 10 Terabites entre todas. ¿Nadie necesitará nunca más espacio, Señor Gates, eh?

En la familia, en los amigos, en pareja, cada uno necesita tener su propio y definido espacio; si bien se comparten casi todas las alegrías y las penas, la privacidad y el íntimo territorio no pueden faltar, y aquí se responde la pregunta planteada al principio. Todos, absolutamente todos, aún dentro de del amor, la política, la cultura, necesitamos tener un mínimo espacio que responda, de acuerdo al caso, a nuestra intimidad, a nuestro derecho como personas, a la difusión cultural o de ideales políticos que ayuden al pueblo. Todos necesitamos un espacio para vivir, para recrearnos, para cultivarnos y crecer en todos los sentidos.

La ambición de poseer más espacio se puede considerar “correcta”, siempre y cuando responda a fines de bien común, altruistas y que fomenten nuestro valor, como librería, plazas públicas, espacios de recreación física y mental (a menor plazo) y formación de bloques de países como las Naciones Unidas, y la Organización por La Defensa de los Derechos Humanos, e incluso, un MERCOSUR que cumpla con los objetivos propuestos en el Tratado de Asunción, a gran escala.
Siempre y cuando esa posesión de más y más territorios no implique la pérdida de una de las partes y sea a la fuerza, para fines que no enaltecerán nuestra calidad humana, como la guerra de maquillaje que ha lanzado los Estados Unidos contra Irak, en la que abunda la muerte de inocentes y argumentos dudosos acerca una invasión; o como la televisión, que debería ser un buen medio de difusión, de información pertinente y correcta, y en muchos (la mayoría) es todo lo contrario. Siempre y cuando no sea de esta manera, la obtención de más espacio, en común y para fines correctos, será algo necesario, y algo que nos beneficiará.

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1. SAINT-EXÚPERY, Antoine de. El Principito, Capítulo XVII – Pág. 74
2. ENCICLOPEDIA TEMÁTICA AUTOEVALUATIVA, Editorial Latinoamericana. Historia Universal – Pág. 344
3. ENCICLOPEDIA UNIVERSAL, Grandes de la Humanidad, Alejandro Magno. Fascículo 4 – Pág. 12
4. Declaraciones de Bill Gates. Año 1981.

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Temor a la Muerte

¿Cree usted que debemos temerle a la muerte? Personalmente, yo no lo creo.

Los humanos tememos a muchas cosas, y muchos de esos miedos no pasan a ser producto de nuestros propios cargos de conciencia. Tenemos miedo de la contaminación y sus efectos. Tenemos miedo del fin del mundo. Tenemos miedo de la guerra. Y lo más importante, tenemos miedo de la muerte.

¿Por qué estos miedos? Varios de ellos tienen una explicación lógica, y tan sencilla como breve. Por ejemplo, el temor a la contaminación se da porque sabemos que es nada más una forma en que la madre naturaleza nos hará pagar todo lo que le hicimos; así también, nos perturba pensar en el “Apocalipsis”, ya que en casi todas las religiones y preceptos que se siguen en el mundo se anuncia un gran juicio en que se tendrán en cuenta todos y cada uno de nuestros actos… y la miseria humana no tiene la conciencia tranquila. Tampoco nos gustaría la guerra porque, queramos o no, nos volveremos partícipes de ellas, como víctimas o victimarios. Pero, ¿el miedo a la muerte, por qué?

Paola Ferraro hace un interesante comentario, tal vez sin intención, en uno de sus cuentos:
“(…) no pudieron sentir otra cosa que no fuera un profundo respeto… y miedo. Mas que nada, ese miedo a lo desconocido, a algo que consideramos glorioso, a algo superior, que está por sobre nosotros.” (1)

Gran parte del miedo que se profesa hacia la mítica figura de la calavera de capucha negra y guillotina no es más que el miedo a lo que no conocemos, el temor por ignorar hacia donde vamos, hacia donde nos dirigen: el estar intranquilos por no tener la conciencia limpia o pensar que podemos perder lo que amamos. El recelo que surge al pensar que si no hemos obrado bien, iremos a parar al infierno, según la varias filosofías; o reencarnaremos en una criatura indeseable y “poco importante”, como piensan otros; así como se cree que será un retraso en el programa evolutivo de su espíritu y que las cosas mundanas no harán más que alejarlo del Nirvana (2) .

A partir de las ideas expuestas, pueden hallarse varios argumentos, tanto para echar por tierra mi afirmación inicial, como para debatir al respecto. Mas, lo que me interesaría de forma especial es profundizar en la afirmación de que existe algo más luego de la muerte, de que efectivamente hay un “más allá”, o mejor dicho, el siguiente plano (decir “más allá” me parece tan ambiguo como afirmar que este plano es el “más acá”). Quienes crean que luego de esta vida no hay nada, pueden tener un miedo bastante justificado de morir, ya que irse de manera repentina, sin acabar lo que uno ha empezado, o no haber hecho en la vida algo útil como para justificarla, e incluso, perder a alguien que se ama son cosas que causan dolor, y lo entendería muy bien. Pero, no, mis ideas con respecto al “otro plano” se representan muy claras en la siguiente cita, y creo con firmeza en lo que nos propone:
- (…) ¿Qué piensas que hay después de la muerte?-
- Hay tres opciones (…). Me estoy preparando para el bien eterno. Si lo que hay es malo, ya estaré preparada. Y si no hay nada, no tendrá importancia, sólo habré sido un suspiro mortal con delirios de grandeza.-
- (…) ¿Y qué pasaría si vivir es tu única oportunidad, si es el tramo final? ¿Por qué vives entonces, si sólo piensas en la muerte?-
- ¡Eso es! ¿Por qué estoy viva si este es el tramo final? Si la vida acabara en la vida sería mejor vivir bien materialmente que pensar en lo espiritual, total, todo acabaría aquí, ¡pero no! La gente quiere ser mejor más allá de la vida en sí. ¿Por qué? Porque hay algo después…-”
(3)

Efectivamente, creo que si el ser humano ha pasado eones tratando de trascender más allá del materialismo, del mundanismo, de las pasiones bajas que han guiado sus actos a través de la historia y que aún, hoy día, siguen haciéndolo, es porque sabe, en lo profundo de su escencia, esa escencia a la que yo llamaría alma, que debe estar preparado para lo que venga después.

Ninguna de las justificaciones que di de ejemplo para motivar un miedo, fobia, pánico, temor, aún la mínima exaltación ante la idea de nuestra partida física me parece motivo suficiente para sentir temor alguno. Dejar el cuerpo no significa nada. El mismo Principito, en sus tantas alegorías, lo dijo así, al despedirse de su amigo, el piloto:
"Será como una cáscara que se abandona. Las cáscaras no dan pena." (4)

Veo a aquellas excusas para no morir, de acuerdo a las circunstancias, con un cierto grado de ignorancia, como falta de fe; o incluso un auto sabotaje al entendimiento propio de la situación. Ya sea ante el cielo, el infierno, la reencarnación o la evolución espiritual, la muerte representa una puerta hacia la continuidad de nuestros actos en vida, y depende únicamente de nosotros decidir cual es el camino que seguiremos en el siguiente plano. Es más un temor a cambiar lo que conocemos por lo que no conocemos, como propone la cita de Ferraro que mencioné al principio.

En el momento en que uno acepta que la vida no acaba con la muerte en realidad, uno empieza a comprender y a entender mejor muchas cosas, a aceptar con tranquilidad lo frágil de la vida. Se empieza a asimilar que, aunque nos sea doloroso despedir el cuerpo de alguien que hemos amado mucho, lo que ese cuerpo contenía ya está en camino a subir unos cuantos peldaños más de su existencia; a aceptar, concientemente, la justa recompensa o castigo que vayamos a recibir por nuestros actos en la Tierra; a interpretarlo como una oportunidad de empezar de nuevo grandes proyectos si aquellos que empezamos en la Tierra fueron repentinamente apartados de nosotros; a pensar con tiempo, desde hoy, de qué valdrá nuestro paso por la Tierra, y si nuestra muerte significará una pequeña o una importante ausencia en actos, en proyectos, en actividades, es decir, si hicimos algo útil con nuestras vidas…

No tengo miedo a la muerte, porque creo con seguridad que allá todo continua, y que los ciclos de la vida siempre se cierran de manera impecable, por muy repentina o dolorosa que sea la partida. Estoy satisfecha con mis actos y con lo que he hecho con mi vida, hasta hoy. Mi esperanza está puesta en esa continuidad.

¿Sigue usted temiendo a la muerte? No hay porque… Tenga más temor de nosotros mismos, de los humanos, la crueldad, el dolor, la miseria, la injusticia, la desigualdad, la pobreza. Que no consideren a un humano digno de vivir como tal, es quizás peor, mucho peor que morir.

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1. FERRARO, PAOLA: Templarios II: La Copa de Abú, Pág. 1.
2. En algunas religiones de la India, estado resultante de la liberación de los deseos, de la conciencia individual y de la reencarnación, que se alcanza mediante la meditación y la iluminación.
3. Autor Anónimo. Ian y Leia, Pág. 3.
4. SAINT EXÚPERY, ANTOINE DE: El Principito, Editorial Kapelusz. Uruguay. Año 2005. Pág. 110

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Anillo Iris

La sequía y el verano significaban muerte, y los niños se daban cuenta de ello.
Pero no se daban cuenta del concepto. Sólo sentían la realidad certera, verdadera.

Sus sedientas caritas, llenas de polvo por no bañarse hacía mucho tiempo (ahorrando agua) se estremecían y temblaban, ante la visión que tenían ante sus ojos: la última vaca que tenían había muerto, y ya no podrían tener la más leve esperanza de un ingreso. Claro, siempre estaban las ventas de artesanía a la que se dedicaban su mamá y sus hermanitos mayores. ¿Pero quién compra lo que no se vende? ¿Quién compra lo que sólo existe en el pasado?

Pero los niños no podían pensar en déficit. Ni en recisisón. Tenían calor y no podían pensar. Levantaban la cabeza y miraban. Ese sol, esa bola amarilla asesino y caliente que los mataba poco a poco, estaba rodeada ese día de un hermoso arco iris circular, como la aureola de un hermoso porvenir: tenía colores hermosos e indescriptibles, más variados que los de un arco iris normal, y parecía que a cada minuto se volvía más grande…

Demasiado pequeños para soportar un día más ese calor infernal y seguir alucinando con el seco estero que se encontraba a pocos kilómetros del otrora Río Pilcomayo. Muy niños, muy inocentes para entender que su río no se lo robo un geniecillo malo porque se portaron mal, sino que lo vendió un gran ogro y su séquito porque querían cerrar un buen negocio. No, eran muy chiquitos para comprender aún que aparte de la horrorosa sequía, se pronosticaban días más tristes, peores a causa del efecto invernadero que calentaba como un horno gigantesco al Chaco Paraguayo.

Pero esa noche se dio un milagro (milagro)

El grandioso anillo iris que había acompañado al sol hasta el ocaso, era, según los meteorólogos de la capital, un pronóstico certero de lluvia. Pero nadie explicaba el fenómeno de los colores diferentes del aura, que no correspondían a la correcta descomposición de matices del agua. Los estudiosos afirmaban que los componentes de la lluvia ácida no tenían por qué manifestarse en la famosa jere* por una descomposición incompatible de los colores. Algún que otro desprevenido televidente comentó que no hacía falta preocuparse por fenómenos de colores, si al fin y al cabo la crisis financiera nos mataría a todos antes que el envenenamiento global. Como mató a la vaca de la familia de los niños.

En Pozo Colorado, donde las voces de los meteorólogos no llegaban a discurrir acerca de fenómenos meteorológicos, comenzó. Poco antes de la media noche, fuera de la casita de paja y tablones, se comenzaron a oír pequeñas gotas de lluvia, como una sinfonía de vida, tan grande presente como el caballo troyano. Tan necesarias para la muerta fauna y la vaca podrida como para los niños que caminaban horas bajo el sol por un cántaro de agua.

Cuando el agua inundaba con sus estruendos el piso de la choza, los niños salieron, primero que nadie, a saltar bajo la lluvia celestial. Abrían las pequeñas boquitas al cielo, y en un desesperado intento de calmar su sed de vida, bebían de aquella lluvia, aquella lluvia ácida que podría mantenerlos con vida hasta la próxima vaca… hasta la próxima venta de artesanía.

Hasta que la recesión los asesinara de una vez.

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* Del guaraní: ronda, círculo.

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Cajón

Cuando toda la vida es falsa, y el límite entre lo autóctono y lo adquirido se desdibuja por completo, dudas de tu ser y su autonomía. Cuando ves que las sonrisas brindadas no son auténticas, que sólo son muestra de vacía amabilidad… Predicando la sinceridad, repudiando la moda y la sociedad, y sin embargo sigues en ella; odiando las mentiras y la pueril organización de cosas que no tienen importancia, y sin embargo ayudas, sigues, apoyas, soportas, incentivas, sonríes, ¡continúas engañándote a ti mismo!

¿Es que acaso me gusta vivir de la hipocresía y la felicidad fingida? ¿Por qué no soy capaz de romper las cadenas que me atan a moldes sin objetivo?... ¿Por qué me encierro en esquemas sin sentido? ¿Por qué no puedo gritar lo que pienso, sin sentirme tan estúpida como cuando callo…?

Porque da exactamente lo mismo.

Callar me lleva al borde de los abismos de la dulce locura, aquella que en sus profundidad me domina; hablar sería bueno si se tuviera a quién decirle, pero, ¿quién escucha? ¿Y quién merece escuchar? Agonizando en la pedante idea de que nadie vale lo suficiente para oírte gritar, recuerdas esa verdad que tratas desesperadamente de ocultarte todo el tiempo: eres parte de ello, y te gusta… te dejas llevar, no luchas, avanzas…

Mueres y gritas que duele, pero el dolor es placer para ti…
¡Eres humano!

Las máscaras son algo tan propio e inerte como el seguir respirando para vivir, ¿por qué respirar? Tu vida se sostiene de forma tan débil… eres más frágil que el cristal, tanto tu cuerpo como tu alma; y el cuerpo no hace más que encerrar una esperanza de grandeza. Esa grandeza que nadie ha visto pero con la que todos sueñan; esa supuesta inmortalidad, reencarnada o en otra dimensión, aquella que asegura que somos seres divinos y que nuestro cuerpo es sólo un transporte que nos trae a enseñarnos de los errores que cometamos. Una máscara que cubre nuestra esencia. Nuestra verdad, si hubiere alguna.

Y aún cuando llevamos una máscara puesta por culpa de la vida; y aún cuando estamos condicionados por células, hormonas, neuronas, tejidos nerviosos y sentimientos, como si eso no fuera suficiente, la sociedad te rodea y se adueña de tu vida inevitablemente. Indefectiblemente. Aunque no quieras, y trates de luchar; aunque nunca te lo cuestiones, y simplemente vivas formando parte de la vegetante masa; aunque lo puedas ver, y te agrade… en fin, sea cual fuere tu posición, no hay salida.

¿Para que tomarte en serio la vida, si al fin y al cabo no saldrás vivo de ella? ¿Para qué trascender y dejar huellas? Sólo pasas y mueres, y aunque vivas en la memoria de la gente, verdaderamente, ¿dónde estás tú?

Y vuelta a principio de la profunda tangente… Es simplemente admitir que toda vida es una mentira y una máscara: la verdad, no sé dónde está mi vida de verdad. Pero preocuparme por ello tampoco tiene sentido, porque en el fondo y al final, cuando todo acaba, mi vida no tiene sentido. ¿Comprendes? TU vida o LA vida me importan poco. Es MI vida la que no tiene escapatoria ni salida, ni sentido, ni objetivos, ni metas… por mucho que parezca todo lo contrario.

Es MI vida la que no persigue una causa, y que aparenta estar tan feliz, tan preparada y tan organizada como para tener planificada toda una vida, cuando en realidad… es sólo MI vida, y yo decido terminar con ella.

¿No tiene sentido lo que digo?
En el cajón, esas cosas ya no importan.

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Ángeles

Mi vida no era más que un despojo de momentos tristes y crueles, y no había más que rechazo y reprobación. Las cosas a las que estaba acostumbrada ya no dolían tanto; y sólo me sometía mis miedos de niña, sin querer luchar contra ellos ni sobreponerme a la realidad. Estaba acostumbrada a ser infeliz, triste, a no tener alegrías y no poder sonreír.

Y entonces llegaste tú, como un maldito ángel salvador, con tu sonrisa de doble filo y tus cortantes palabras que me amargaban y me gustaban a la vez. Me denigrabas, ¡sí!, me humillabas, te burlabas de mí como si no quisieras que te viera como a un ser con sentimientos y yo no hacía más que enamorarme más y más de ti. Eras un maldito demonio que trataba de levantarme de la muerte de amor en la que me sumergí, y no admitía un “estoy cansada de procurar ser feliz y no lograrlo”. Te reías de mis argumentos, degradabas mis ideales, rechazabas mis propuestas y me traía la luz en medio de una oscuridad que empezaba a querer.

Finalmente luche por ti. Te consolé al llorar y sufrir; y luché contra todos aquellos que te quisieron lastimar. Estuve a tu lado incondicionalmente, no te deje de abrazar; y cuando finalmente entendiste que te amaba, me diste un beso, me dijiste “nos vemos en el más allá” y me dejaste para siempre.

Y ahora que ya sé qué es ser feliz, ya no puedo –siquiera- ser infeliz.
Te llevaste todo de mí.

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Estaca

No tengo palabras. Sólo puedo escribir.
No puedo llorar ni extrañarte.
Y no puedo dejar de sollozar pensando que todo esto lo pude haber evitado.

Así como empecé, sé que éste va a ser un escrito lleno de tristeza. Pero que exactamente por esa razón, es sano escribirlo; es el mejor encauce y descarga que me puedo permitir, sin lastimar a nadie por sólo un mal momento. No quiero que te sientas mal, ésa no es mi intención. Simplemente quiero que sepas que así es como realmente me siento, y que no puedo hacer nada más que esperar para estar mejor.

Es difícil aceptar el hoy sin poder divisar un similar mañana. Mañana ya no me acompañará tu tierna mirada; no me alegrará tu carácter, siempre tan divertido y optimista. Mañana, tus risas no sonarán en mis oídos, y ya no habrá despedidas dulces, porque ni siquiera habrá un tierno saludo. Mañana, sencillamente, no vas a estar más conmigo. Te marcharás de mi vida, de la cual ya no quieres formar parte, y vas a contemplar nuevos horizontes y nuevas oportunidades.

Es cierto que tengo que alentarme ante la perspectiva de un día diferente. Pero, si no estás conmigo, ¿con quien lo voy a compartir? ¿Y para qué quiero conocer y disfrutar cosas nuevas, si voy a estar sin ti?

Lloré ya por tu partida; y en cada una de las lágrimas que derramé, iban recuerdos de los momentos que pasamos juntos. Sentía tus besos plasmados en mis mejillas, ardiendo como una quemadura, tan fuerte que hasta me dolían. Tu nombre moría a cada segundo en mis labios para volver a nacer y clavarse en lo más profundo de mi alma penetrando en mi corazón como una ponzoñosa espina.

Si tú quieres, puedes ser cada una de mis lágrimas... Por que ya eres el sol, la luna, las estrellas y la luz que ilumina mi vida, y que en su trayectoria, sólo avista y precisa de algo en su recorrido: estar a tu lado. Te brindaré todo mi cariño, mi apoyo, mis fuerzas y mi amor, ¡¡¡todo de mí!!!

Pero sólo te pido que te quedes a mi lado, que vuelvas a acompañarme en mi camino. Porque, aunque yo deje de llorar, los recuerdos quedan flotando. Aún cuando tus besos dejen de doler, nunca dejaré de sentirlos plasmados como enormes cicatrices. Y aunque mis labios se gasten, y ya no tenga voz para hablar, tu nombré vivirá en ellos clavándose más y más en cada una de las fibras de mi ser, como una estaca, directo al corazón.

Como una estaca.

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Tentación (fragmento)

- Si pudieras pedir un deseo en este mismo momento, ¿qué pedirías?

Me quedé pensando, callada y concentrada un largo rato, decidiendo lo mejor.
Morir es lo que deseo” pensé. “Pero no me quiero suicidar, porque el suicidio no me parece opción. Sólo sería la manera más cobarde de escapar de la vida”. "No de la vida, de esta etapa de tu existencia", dijo una voz en mi cabeza. “Ah, sí, sólo sería la forma más... ¿quién dijo eso?” cuestioné contrariada. "Tu conciencia, estúpida, tú misma me convenciste de que hay algo más luego, así que sólo es la siguiente fase", respondió la voz. “Oh, por supuesto” admití a mi misma, algo turbada. “Y bueno, no quiero morir, pero tampoco vivir…” concluí.

- Quiero pasar a la siguiente fase de la existencia
- Ah, sí… - dijo, indiferente
- “Si, la siguiente fase” – insistí – Hay algo más, a mi criterio

Me miró a los ojos: una leve esperanza chispeaba en lo más profundo de ellos.

- ¿Tú crees? – dijo, bajando la cabeza y poniendo sus muñecas en las puntiagudas rejas de la casa frente a la que pasábamos. Luego, tomó su mano, y dibujando una línea en el exacto lugar en que una se quitaría la vida cortándose, dijo:
- Pasar a la siguiente fase es relativamente fácil. ¿Estás segura de que quieres eso? Cortarte y desangrarte te tomaría unos diez minutos… podrías experimentar un lanzamiento al vacío… ponerte frente a ese camión – y señaló a un enorme trailer que pasaba – ser más exquisita y tomar un veneno… atar una cuerda a aquel sauce llorón… usar un arma cualquiera, consiguiéndola en cualquier lado. Puedes hacer como Sabrina en la película, encerrándote en una cochera y prendiendo todos los autos para ahogarte con el monóxido de carbono… o como Virginia Wolf, poner piedras en tu bolsillo y arrojarte al río…

El no había entendido mi idea. No quería matarme. Quería que me maten. Pero no le dije nada. Lo dejé seguir navegando en sus ideas.

Volvió a levantar la mirada. Me miró con amor, y nunca olvidaré esa mirada, ese momento. Parecía agradecerme por algo. Me abrazó fuerte, como me gustaba que lo hiciera, y habló al fin, quebrando el mágico silencio que nos hundía más y más en una macabra depresión.

- Si de verdad estás convencida de que hay algo más después… - miró mis ojos y me dio un beso. El beso más tierno y suave que jamás me darán. Un beso inolvidable. – Si de verdad lo crees, yo creo. Y en ese caso no sería tan malo experimentar, contigo.

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Lluvia

Era un día soleado, pero unas grises nubes se asomaban al horizonte, y se veía que en la calma, llegaría la tormenta. La joven caminaba por la acera de un pequeño pueblo, tal vez el suyo, pero no lo recordaba. Deseaba que el sol bajara al fin y comenzara a oscurecer, porque en la oscuridad se sentía la soledad tangible, y le parecía creer que todos estaban un poco más abandonados a su suerte, como ella lo estaba.

Empezó la lluvia, y con la lluvia apareció aquella sombra.

Caminaba en dirección opuesta a la que llevaba la joven. Entendió que todos sus momentos vividos los había pasado para llegar a ese momento. Podrían llamarlo como quisieran, hasta destino, aunque no aceptaba someterse: pero ellas dos debían encontrarse ahí, bajo esa lluvia, ese ocaso oscuro.

Se detuvieron frente a frente. La joven estaba bronceada, sucia, maltrecha. Los ojos profundos, negros, cabello corto y enmarañado. La vida muerta, y muerta en vida.

La sombra no tenía rostro, tenía sólo dos ojos azules que brillaban bajo el velo negro de neblina. Una catarata de cabellos salía de una gruesa capucha que la cubría. Capucha que no era más que la oscuridad.

Estamos solas en la tormenta

Una blanca mano salió de la sombra. Una mano blanca, de fantasma. Las gotitas se pasaban a través de ella, como si compitieran para ver quien se escurría de quien, pero la sombra ganaba. La joven levanto su manchada mano. Sintió las gotitas.

Escúchalas. Mientras caen, cuentan historias

La joven miró a la sombra. Calló su mente, y su corazón, y escuchó lo que decía la lluvia.

Sálvanos

La joven se preguntó quien podría dañar a la lluvia, a la dulce caída que venía desde arriba, tal vez lo único que sentía que le enviaban de allá arriba. Y pensó que no era la lluvia la que necesitaba ayuda.

Para eso estoy aquí

Un relámpago en el fondo quebró el silencio con un trueno, como si una importante revelación acabara de estallar.

Tal vez te sientas sola, pero continúo contigo. No hay nada más peligroso que la absoluta soledad

La joven entendió que ese atisbo de recuerdos que tanto había conservado por dentro ya no era más que esa sombra que tenía enfrente. Esa sombra perdida hacía tanto, y a la que volvió a encontrar esa noche, bajo la lluvia. Sus recuerdos se extinguieron. Sólo quedaba un manto de oscuridad y cabellos, y unos etéreos ojos que la miraban desde muy, muy lejos, desde otro tiempo.

La sombra entendió que se volvió los pesados pasos de una vida oscura y deprimida, y que los ojos pueden estar tan tristes que pierden su brillo… y se vuelven oscuros, profundos… abismales. Esa mirada tenía la joven. Era una vieja en un cuerpo de joven, y poseía esa mirada que alguna vez fue límpida y azul como la suya.

Estamos juntas. Ellos volvieron. Ya no estamos solas en la tormenta

Nunca podría volver sin sus recuerdos. Si los perdía, ella se perdía. Y los recuerdos son sólo de lo que le pasa a uno mismo. Los recuerdos son uno mismo. Los recuerdos son una compañía cuando ya no te queda nadie. A veces, los recuerdos son lo único que nos queda*.
La sombra era su recuerdo. Al fin se descifraba.
La lluvia cesó.

Después de la tormenta, viene la paz.
Por eso debían encontrarse. La lluvia se lo dijo.
Puedes cumplir todos tus sueños. Tan sólo no olvides oír a la lluvia

La sombra del recuerdo se unió a la joven. Sus ojos comenzaron a brillar. Ya oscureció, pero la luna brillaba y las nubes se amontonaban para volver a llorar, pero de alegría. La lluvia seguiría.

Caminó por la acera. “Este es mi hogar”. Estuvo allí todo el tiempo, y no lo vio hasta ese momento. “Mis recuerdos se esfumaron, y mi vida despareció. Pero ahora volvieron”. Comenzó a llover. La joven bronceada y sucia, caminaba por la acera. Lo único que llamaba la atención era el brillo de su azul mirada.

Ahora, no estoy sola. Escuchemos a la lluvia…
La lluvia repetía un solo canto. Un solo llanto.
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* Murakami, Haruki. Kafka en la Orilla.

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19.11.08

El Iglú

¿Quién sabe? tal vez... tal vez el filo de la jugada rompa mis miradas e irrumpa en una fusión de dudas resueltas, encerradas en aquel iglú tan gracioso. El iglú.

Su forma no me conmueve... hasta que las sombras de su interior se reflejan a través de las ventanas y me llenan de pánico: yo sé, sé bien que se están desatando nudos bien fuertes y cuando una cuerda se suelta, las cosas que sostenía caen estrepitosamente hiriendo a la gente que esta cerca. Sé también que cuando algo cae, se lastima; pero, también sé que uno no muere en el impacto, sino por saber que se va a morir...

Pues la verdad sí, comprendí que así terminaría... las cosas que adentro ocurren siempre son las mismas y un huésped esperado, si se queda más tiempo de lo que quería, termina por ser un estorbo, una molestia; para alguien que vive en un iglú, el espacio es primordial y otra risa quita espacio, otra molestosa morsa cepillo no hace más que asfixiar, y en el mío, el beso no es bienvenido. Atenciones, detalles, cierres y sostenes, onces y primeros en un octubre matan los cabos unidos, para volverlos sueltos, para tirarlos, para matarme, para hacerme sentir

Saltó y en una exclamación pidió disculpas. No estoy enojado contigo, sino con el oso blanco. Detesto su pelaje transparente, pues la gente cree que es negro. Y él lloraba al decirlo. No, perdón, cree que es blanco, y entonces el oso nos engaña. Y a mí que me importa. Ese oso ya no entra a mi iglú, no le queda espacio.

Traté de leer a Julio Cortázar. Si, traté es el término. Pero la realidad y la ficción se mezclan como agua y aceite. Pero el agua y el aceite no se mezclan. Y la obra de Cortázar es así. Mis sujetos también se mezclan, respondí. ¿Quién te dijo que hablo de Julio o de mi iglú? ¿El iglú es tuyo?

Era indudable y obvio que el iglú era yo. Y las cosas que contiene, ¿que serán entonces? La verdad es que no lo sé, sólo admito que maté al desatar las cuerdas, maté a las mariposas, di a luz a un oso mañoso y maté su ante-encarnación. ¿Quién sabe? Tal vez vivía mejor. Pero no, dijo él. Yo me fui a la plaza. En Alaska no hay plazas. Pero nosotros estamos en Hawai. ¿Cómo vamos a estar en Hawai si no hay morsas cepillo? Es que las morsas se mudaron conmigo.

Te quieres casar conmigo, preguntó. Y yo eché a reír como nunca en mi vida. ¿Estás loco, cuál es tu utopía? Quiero tener hijos, quiero ser feliz, quiero teñir al oso de negro. Y dale con el oso. ¿Vos sabes lo que es casarse? No, explícame. Y lo que a mi me contaron es que una de aquellas morsas se casó una vez con un oso y vivieron en un iglú. Y la morsa cepillo amó al oso. Y el oso era transparente. Y todo era repetitivo. Entonces lo echó. Pero no le quedaba aceite que mezclar con el agua, ni realidades que fundir en ficciones, y sus alterados helados pensaban en como arreglarse mientras ella desataba un nudo, y otro, y otro.

Ups. La mariposa era una ura. La ura. Que bien que la maté. Era una ura asesina que no quería seguir mis indicaciones. Yo le decía prende fuego en el iglú, está muy frío, está muy duro, quiere cariño y ella decía a mí me gusta así, a mi no me engañó ningún oso, él se tiño de rojo. Me indigné. ¿Cómo podía haberse casado con un petirrojo? (¿un pelirrojo...?) Entonces desaté un nudo.

Qué maldición. Él y la ura se casaron. Es que yo puedo ir a la cárcel. Pero él también me invitó a seguir, pero también había otro, pero también no sabía, pero también no sé tampoco y la ura no tenía miedo de morir.

Ja, ja, ja, dijo el iglú. Espera. Los iglúes no existen en Alaska. ¿Era eso lo que ibas a decir? Estás equivocado. Los iglúes si se casan. Y leen a Twain. Es que les gustó mucho Rayuela. Y Twain era muy bromista. Fíjate que una vez contó que las morsas no casamos con los osos engañosos. Cállate, tonta. Yo soy un oso y eres mi esposa. Ah, cierto, me pediste en matrimonio cuando era ura. ¿Viste que los iglúes si existían en Alaska?

El filo de la jugada rompió mis miradas y el pánico se volvió fobia, porque la jugada no me salió, el oso me abandonó y la ura no tenía miedo de morir, así que no murió en la caída… voló, voló lejos, y la caída no le dolió… ¡porque no se cayó!

¡Uy!. Tengo que llenar 77 páginas. ¿Porqué 77? ¿Por qué “porqué” y no “por qué”? Porque me equivoqué, y este no va a ser el error por que vuelva, y ya lo cometí 77 veces, que significan 7 más 7. Qué trasgresión matemática la tuya. ¿A mí me decís? Y qué trasgresión del absurdo la tuya. ¡Esto no tiene sentido! ¡No voy a soportar este ritmo tanto tiempo!

Se te desarmó la hamburguesa. ¿Un iglú tiene puerta? Este no tiene, porque no tiene espacio para una puerta, entonces nunca se abre, sólo puede estar cerrada. Y nadie (una lágrima sale corriendo de la torta) entonces nadie nunca jamás va a poder tratar intentar procurar de probar entrar, y yo no quiero que me quieran… pedir la entrada.

Esa ura era rosada. Y las uras no son rosadas, son marrones con violeta semi naranjáceo. Y como la hamburguesa estaba rica, Alejo pidió un sándwich. (Morsa plagiadora, te van demandar por indigestión a los derechos del consumidor) Pero yo no quería matar la ura, ni hacerme pasar por ella. Alejo quería un dinosaurio. Anda a un canal entonces. Pero el Quijote va demandarme por derechos de autor, para colmo el canal de Panamá ya lo cambiaron por el cabo Blanco, y Wilma se lo puede tragar.

Qué simpáticas mis vecinas. Todas son diferentes. Vivimos en el paraíso y lo amoldamos como queremos. Elijo quién me rodea. Yo tengo una morsa cepillo, una ura, un él misterioso que me domina y que se va a casar y al que odio porque sí, porque me preguntó el 77, y tengo también muchos cabos sueltos dentro de un iglú que nunca van a salir más que en la cama, en la larga cama del lecho eterno, porque no tiene puerta, no me construí una. Se quedaron ahí adentro, se quedaron atrapadas, sólo hay dos ventanas, y las ventanas no lloran, nunca lloran las ventanas, no lloran…

¿Y por qué?
Sus porqués
Me preocupo por que funcione…
Porque nada tiene un sentido.

Los simbolismo, puros, abstractos, presentes, ausentes e incomprensibles. El Iglú es una cárcel. Nunca lo habitará la morsa cepillo. Nunca hará feliz al oso, ni al hombre del oso negro, ni matará uras, porque quiere a las uras, porque necesita las uras… y porque lee a Twain, y a Cortázar, y a Ferraro, y sabe que nada puede hacer más que esperar, mirar por sus ventanas, luchar contra el frío, saludar a sus vecinas, tomar dos bloques de hielo y construir una puerta para salir, unos ojos para, aceptar el matrimonio, desatar los nudos que le duelan, y admitir el amor, el odio, la frustración y a Hawai, aunque no le guste…

Después de todo, el iglú es sólo un bloque impenetrable de hielo. Su única salida es derretirse lentamente al sol. A tu sol.

Las morsa cepillo migraron. Y las vecinas neoyorquinas me mostraron la ciudad. Mezclada como el agua y el aceite. Mezclo sujetos, mezclo situaciones, mezclo realidad y ficción, y a través de las sombras de la ventana, sólo a través de ellas, descubrirán la verdad…

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Quimera

Quisiera que te humillaras a mis pies, llorando y suplicando misericordia, rezando al mismísimo Dios del que tanto reniegas para que no acabe con tu mísera e inmunda existencia. Quisiera verte gritando, suplicándome piedad, arañando mis rodillas con tus uñas color sangre, deseando no haber nacido y arrepintiéndote por siempre de haberte olvidado de mí.

¿Es que no ves mi amor? ¿Es que no entiendes que eres mi mundo y mi universo? Tu desprecio, tu indiferencia… me duelen, me lastiman, y acrecientan en mí deseos asesinos, visiones homicidas. ¿Pero quién eres tú para merecer mi amor? Quien no te ama, no te merece… Si no sabes corresponderme, no tengo por qué darte mi corazón como quien arroja sus joyas a los cerdos. Maldita bestia.

Quisiera empezar golpeándote el rostro con tanta fuerza que te duela más en el alma y el orgullo que en la mejilla; y que me mires con los ojos inyectados en rabia, exigiendo una explicación y tratando de devolver lo recibido. Sostendré tu mano, y sonreiré triunfante, mientras la gente preguntará sorprendida qué pasa.

Te tomaré por la larga cabellera, y te arrastraré de ella hasta la calle, hasta el asfalto caliente: la gente se sentará a contemplar tu humillación… Te arrancaré los pelos, a mechones, a estirones. Te besaré en la boca, mordiéndote con estos labios rabiosos, mientras araño tus mejillas. Tus inmaculadas y odiosamente pálidas mejillas.

Te rasparé los talones, las uñas, el mentón y los codos con las piedras que encuentre. Te arrancaré un pedazo de oreja derecha de una mordida. Te destrozaré la nariz de un puñetazo. Te romperé las bragas, y escribiré con la sangre que esté esparcida en el piso “Esta cuca es mía”* sobre tu sexo. Te violaré de todas las formas imaginables, aborrecibles y grotescas.

Y luego de exigirte que me “ames” y me implores perdón, te miraré despectiva; no diré una palabra, y te abandonaré en ese mismo lugar. Desnuda y sangrante. Llena de mi propia perdición.
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* García Márquez, Gabriel. El amor en los tiempos del cólera.

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Post Mortem

Creo que aquella vez que dijiste que querías para mí una despedida dulce, rodeada de gente que significara algo para mí, de verdad nos referíamos a mi muerte. Fueron tus palabras. “Acompañándote a tu lecho de muerte”.

Es que la vida y la muerte nunca dejan de bailar. Nunca se detienen. Nunca dejan de crear nuevas marchas y de sorprender a los pobres mortales que viven en función a sus propias expectativas. Mortales que, ante cada insignificante muestra de la omnipotencia de lo absoluto, se desmoronan: no comprenden lo que ha ocurrido.

Afortunadamente, fuimos más sabios que nuestros irracionales deseos, y mis palabras post mortem. Dejé esta realidad sin sufrimiento, y rodeada de tu inocente cariño. Lloraste en silencio y de forma imperceptible, hasta para ti, mi deceso. Ambos comprendimos que algo había muerto desde un principio. Desde esa tarde que nos vimos de nuevo. A pesar de que lo que no comprendimos desde entonces fue que la muerte… estaba en mí.

No, no fue triste, ni sufrido, ni malo el que yo haya muerto. Sólo entendiste. Sólo dejé este mundo sin decir palabras de cursi despedida, “como cuando se va un ser querido”. Sí, es cierto, lo admito, asesino de mi ser: hubiera deseado tal vez adentrarme más en las psicópatas profundidades de tu pensamiento, tan cubierto y protegido por una felicidad incomprensible y tan aparentemente falsa como la vida en mis pálidas mejillas. Pero no fue así. Y no porque no lo hayamos querido.

Te digo de nuevo que la vida y la muerte nunca dejan de bailar, y nos han atrapado en un de sus vueltas.

Sin embargo… a pesar de que esta breve, profunda, y bastante sentida historia donde apenas alcanzamos a decirnos entre eufemismos avergonzados todo aquello que nos negamos de forma inconsciente (o mejor dicho, que nos brindamos desde mi más allá), puedo decir que fui feliz antes de dejar este mundo; y de que a pesar de que las cosas nunca ocurren de acuerdo a nuestras expectativas mortales, espero que hayas disfrutado de tu vida tanto como yo disfruté de la mía antes de dejarte para la eternidad.

Es cierto que soñé alguna vez con el reencuentro. Pero, dime, ¿qué reencuentro tendrías con un alma en pena?

Me mataste innumerable cantidad de veces. Y yo me dejé morir.

No era broma ni sonrisa decir que iba a morir joven y lejos de ti. Y lejos de mí, y de mi mundo. Pero sin darme cuenta, sí, ocurrió.

¿Cómo abrazar a un fantasma? ¿Cómo amar a un fantasma?

Mi amor, mortífero y muerto a la vez, se conserva por ti. Lo prometo. Te aprecio, y te adoraré por siempre. Pero cuando mi muerte y tu vida nos han separado, y hemos dejado con toda tranquilidad, naturalidad y calma que nos separen… ¿para qué luchar por lo que no necesitamos tener?

Te recordaré por siempre en mi tumba, y te esperaré en la eternidad. Los mortales y los fantasmas no pueden volver a unirse… porque no desean ni pueden hacer eso.

.-.

El Puente

“¿Qué buscas? ¿Qué esperas? ¿Qué quieres?
¿Acaso tomas un respiro antes de hacer
lo que ya estaba escrito que harías?”


Sométete al destino, pues él no se someterá a ti, nunca, jamás. No es por querer; no es porque tenga una inexorable voluntad; o porque un ser superior está obsesionado con controlar tu vida. La cuestión es más llana, simple y sencilla de lo que imaginas: la vida es un dominó, y todo lo que haces lo has determinado con tus propias acciones.

No llores, no soluciona nada. Tal vez te dé un momentáneo alivio, y tal vez te duela menos el corazón al terminar, pero eso no significa que lo problemas se hallan ido, y mucho menos que se hayan solucionado. ¡Que tontería pensar de ese modo! Todo lo que te pasa es sólo tu culpa.

¿Que los demás tienen la culpa? ¿Tus progenitores, ésos que no hicieron más que darte la vida? Pueden haber hecho mucho para complicarte o para facilitarte las cosas, pero ellos se limitan exclusivamente a darte la vida y la guía básica para que tú decidas qué hacer con ella… ¿La sociedad? ¡No bromees conmigo! Eres una persona más sensata que el promedio, así que no creerás tal estupidez… La sociedad es tan sólo un espejo que te rodea: aunque existan círculos de personas y gente a la que no puedas evitar, no puedes negar que el poder de decidir quienes van a frecuentarte, quienes van a acompañarte, incluso quién será tu amor y te amará igualmente (si son reales para ti esas trivialidades) los eliges tú ¿o no?

¿Sientes vergüenza? ¿Vergüenza de qué? ¿De haber escogido tan mal? Lo lamento, ya te dije, la vida es un dominó y aunque no creas en la existencia misma del destino, no evitas que una cosa lleve a la otra. Así que, patéticamente, vienes a llorar tus penas al borde de este puente que te ofrece el escape más rápido, más fácil, más cobarde a todo…

Te entendería si buscaras a alguien, si buscaras algo, si tuvieras un objetivo, una meta, algún sueño por el cual luchar, siquiera ganas de vivir bien. ¡Pero no! Tú esperas: esperas que todos corramos, que te imploremos, que te gritemos “¡Quédate!”, esperas que la vida te sonría. Que las cosas mejoren. Que la esperanza sea concreta. Que las opciones se validen. Que las hojas amarillas vuelvan a prenderse a las ramas de los árboles convertidos en mesas.

Tal vez piensas que llorando un poquito se te aparecerá un ángel a guiarte hacia la luz, o tal vez un vampiro a darte una poderosa inmortalidad, fácil, sin problemas, sin complicaciones… Puede que fantasees con una vida llena de divagues, de porros sin marihuana, de dolor sin heridas y, ¿quién sabe?, tal vez hasta estés soñando con ser feliz.

Llorando uno no logra esas cosas. Ni echando la culpa a nadie, ni echándose la culpa uno mismo; y mucho menos, echándose uno del puente.

¿Por qué un puente? Algo tan romántico, tan artístico… He oído que uno se suicida ahogándose en un deseo subconsciente de volver a ese estado primigenio de protección, dentro del útero materno. Más significativo aún, lanzarse desde arriba, tirarse de forma apasionada y decidida para acabar en la dulce y macabra muerte, tal vez con la misma sensación de la primera vida percibida…

El puente, el puente… esa conexión entre dos mundos, esa puerta que te trasporta no cruzándola, sino cortando el camino a mitad del río. El puente es hermoso… y tan tentador, exquisito, glamoroso. En sus entradas, portan su consabido cartelito deseando “Buen viaje”. El tan sólo cruzarlo es una tentación indecible a cambiar tu rumbo hacia lugares desconocidos…

Pero sométete al destino. Porque él jamás se someterá a ti. Aunque sea muy pictórico y romántico esto de verte lamentándote, sentada al borde del viaje sin retorno, es algo muy estúpido, algo innecesario, algo sin justificación. Lo sabes, sabes bien que no vale la pena: que estando vivo o muerto, uno sigue siendo solamente un humano que pasado por el mundo. En un pequeño suspiro, en una fracción de años luz que no sirve ni para alumbrar un parpadeo. En un instante que jamás ha sido.

Así que, sabiendo que da casi lo mismo cruzar el puente que mirarlo, pero que la decisión entre la vida y la muerte la deciden tu entereza como persona, tu valentía para con tu vida algo desgastada (y malgastada), sólo recuerda una cosa: este puente no tiene carril de vuelta. La vida no es un destino. Es un camino. Por eso termina en tu puente. Los puentes no se cruzan por el río, ni por las lágrimas…

Tu puente sólo tiene un cartel: vive. La vida que ofrece un único carril es lo único disponible. Y las opciones que barajas entre callejones y dobleces, son todas ellas parte de la misma carretera. Resígnate. Si saltas del puente, un vigilante tomará su salvavidas, te arrastrará hasta la orilla, te besará vidas, y te abandonará.

Y el viaje sólo se repite. Intermitente. Inexorable. Con un sólo puente.

.-.

Arquetipos Solares

"Querría tener un papá presente. Yo no tuve uno, la verdad.
Y gracias a eso soy la maravilla que soy hoy,
y él es el hombre que hoy es, y mi familia es como es.
Pero… que pida cosas en base a expectativas,
me hace mucha gracia…"


Lentamente, casi tan lento como la velocidad a la que mi bolígrafo dibuja en estas hojas. De manera extensa, inacabable, sin comas ni puntos, como cuando pienso. Distante y presente, redescubriendo a cada segundo las voces del fondo. Guardando entre mis dedos la rasposa suavidad de mi cabello. ¿Por qué cortás eso y no mis manos? ¿Por qué cortar mi pelo y no mi dependencia? Ya no puedo bailar completa. Ya destruí las falsas – y las verdaderas.

Podría escribir… podría escribir por años. Podría escribir millas de profundidad en algunos libros. Podría invertir ese tiempo en dejar de analizar y comenzar a crear. Soy. Soy de un modo que ya no puede complacer a nadie. Y por eso complace. Soy contradictante y genuina y tímida y alterna. Me muestro y subrayo como una que no corresponde. Y crezco.

Pero mientras dudo de mis capacidades y busco entre recuerdos de una infancia olvidada, te pienso en teclados - conocedores de nuestro futuro. Extraño conocido, luchador de los receptores del mensaje de Nakata: sé muy bien de qué forma podemos encontrarnos. La historia, la vida, la consciencia: todos son ciclos coseno. Espirálicos. Lo que te ha pasado puede volver a ocurrirme. Lo que he producido puede volver a atraparte. Somos, al mismo tiempo, la araña y la mosca. Pero tengo esperanza. Esperanza en mi nueva capa de barro. En mi nueva convicción. En mi nueva fuerza. Y en tu amor ausente, no correspondido, desdibujado, mal orientado. ¿Amor o no?

(Amor latente, suspira en silencio el arquetipo solar que llevo adentro, arquetipo que alimenta mis desesperaciones y mis entierros)

Hay un espacio en blanco. Hay un silencio incómodo. Hay murmullos fuera de la sala. Me siento irresponsable. Lo siento inútil. Al menos puedo pretender que sé algo. Pero no me interesa pretender. No me interesa mostrar conocimiento de latín y citas de filósofos. No lo sé. No sé esas cosas. Si las supiera, algo diría. Cuando sé, sí las digo. Cuando conozco: aprendo, utilizo. Pero no soy un cerebro. No soy una anti-ignorante. Soy una muchacha procrastinadora, parlante, perezosa, irresponsable. "La belleza no basta: tiene que ser honesta". Soy una imagen fémina, receptora y poseedora de una maternidad impaciente que negará por siempre en tu existencia, la existencia de cualquier otro arquetipo que quiera llenar tu lugar en mi vida.

No existen los padres. No hay amores latentes. Los amores son o no son, simbolizan o mueren. No son arquetipos estériles o inocentes. Son figuras presentes y constructivamente vivas; o ausentes y no merecedoras de muestras de cariño jamás compartidas, jamás deseadas. Vivimos en procesos coseno. Las espirales vuelven al mismo estadio, en un siguiente nivel.

No existen en mi vida tus figuras solares.
No existirán en sus vidas, tampoco: lo elijo como madre.

.-.

6.11.08

Jueves

La comida esta servida.
El jueves maldito empieza
al momento de terminar

El baño con agua fría.
La esquelética pereza.

Cortázar y Stuart Hall;
metáforas personales
se entremezclan

España, Chile, Ecuador;
Latvia, Lituania y Costa rica

Ucrania, México, Colombia;
Belice, Panamá, Paraguay

El arroz de todos los días;
la sonrisa asesina de pseudo fin de semana.

La hora de traducir la reunión
dejada atrás
- silencio.

Y nada queda ya.

Se grita en susurros
que ya no se puede soportar
otro
jueves
más.

.-.

Extinta

¿Qué paso de tu dulce canto, hada mía?
Se perdió entre el follaje, la tierra…
Salió a pasear entre los hombres,
y volvió como un chillido
moribundo, moribundo…

Tu batir de alas ya no abanica
mis sueños ni mis anhelos,
ni señala hacia mis objetivos.

Dejaste de volar
para lastimarte los pies
con las piedras que
siempre estuvieron en el camino
y que te empeñas en sufrir
sin tomar vuelo…


Tu luz
se fue
apagando…


Se apagó.


¿Por qué dejaste de volar?
¿Por qué paraste de cantar?
¿Por qué apagaste la vida?


¿Valen la pena los otros?
¿No ves que a otros sufren?
¿… que sufrimos?


No, no ve, mi hada,
pues no tiene luz con qué.
Sólo tiene su luz extinta.

.-.

Futilidad

Tomo un atisbo de luz
y trato de justificar.
Sostengo un poco de mi aliento
para gritar que ha servido;
… pero, ¡qué dolor!
Es mentira…
Una vil mentira.

Quiero pasar a la siguiente etapa de la vida
Eso es relativamente fácil

¿Fácil? ¡¿Fácil, dices, diabólica invitación?!
¿Fácil hacer sufrir a todos
para no sufrir tú mismo?

Fácil es, cobarde amor,
dejar que otros lloren
lo que tú deberías.

Fácil es tomar la minúscula katana;
o saltar frente a una estampida;
o arrojarte a volar.
Nadar sin volver:
beberte la vida en una pastilla…

Dejar de luchar;
o colgarlo todo, y rendirse.
Tomar el veneno
del sufrimiento, del desamor y la cicuta.

Fácil es seguir con vida física
pero continuar
con el alma muerta.

Disparar con odio
o con amor,
mas disparar al fin.

Pero, de seguir, ¿qué te queda?
¿Gritar que ha servido, y descubrir
que no es más que una mentira:
una vil mentira…?

.-.

Robacruz

Roba
una cruz
de mi lecho
sangrante;
de emociones
tan sanas
como tu mirada
perdida.

Tu mirada
secuestrante,
cautivante.

Y cuando
robes mi cruz,
clávate en ella
por siempre.**


_________________

**[y así te llevo en mi cuello
ya que no te puedo llevar

... en mi maleta
]

.-.

A Philip K. Dick

Ovejas eléctricas sueñan conmigo
A veces, sueño con ellas.


Si sólo yo sueño con ellas,
¿no son sólo impulsos eléctricos,
en lugar de seres eléctricos?


Si sólo ellas sueñan conmigo,
¿no soy sólo un sueño?
¿un androide?,
¿un humano... ?

.-.

Fechar

Puso fecha a todos los poemas
que escribió,
menos a uno.

Y murió del miedo
de no haberlo escrito nunca.

.-.

Caramelo [Segundo]

¿Qué cosas vimos juntas?
Demasiadas.

¿Qué cosas pasamos juntas?
Bosques, autobuses al azar,
la comunión cristiana en ojos
de la lectora del Torá.

El cáliz ante la mujer de los ángeles viejos.
Los invasores chilenos que existieron en Tierra Santa,
en tierra rica, en tierra prometida, en tierra Guaraní.

Pero en ninguna tierra nos detuvieron. Sólo nos unieron.

A veces creo
que si hubiera decidido
romper todos esos jarrones,
lo hubiera hecho únicamente
para volver a acariciar tu perfil
con la punta de mi dedo.

Para recorrer tus mejillas,
tus labios, tu nariz de princesa,
tu piel de gacela, tus ojos en llamas.

Para abrazarte en silencio,
respirando agitadamente,
mientras ellos escupían sobre nosotros
y evitaban que fuéramos una.

Una.
Que nunca podríamos ser.
Que nunca aceptaría ser,
excepto contigo.
Contigo, idealizada, dibujada, vivida.
Compartida.

Contigo,
a quien rechacé,
de quien huí,
a quién negué,
sólo por vivir
los mismos límites que yo.

A ti, sueño que nunca tendrá un final,
porque su principio no fue más
que el preludio de un tormento
cuyo producto es poesía barata
y mal escrita.

Por tus besos,
los que debería amar en muda tortura
– sólo por el placer de vivirlos,
al menos, clandestinos.

Clandestinos,
los sentimientos que bien podrías haber mostrado,
los sentimientos que quise alardear
pero nunca viví.

Si volviera a verte,
me gustaría creer
que te tomaría en brazos
y te arrojaría al césped,
a acariciar tu perfil,
sin importar quién esté al lado.

Algún día volveré a mirar en tus ojos,
y veré las maneras.

Todo lo demás es un desperdicio de aire.

.-.

Poema A Un Caramelo

Su perfil.
Su hermoso, dibujado, perfecto perfil.

El culto al cuerpo,
la admiración a la belleza,
su piel de gacela,
sus ojos en llamas.
El poema gastado,
la adoración perversa.
Su perfil.

Aquel perfil por el que mis dedos
pasearon una y otra vez,
en el silencio de la luna,
tumbadas en el pasto.

Sus hombros.
Su escote.
Sus senos.

Su respiración fuera de compás,
que invitaba a transgredir
cualquier norma de convivencia
y “normalidad”.

Su figura.
Sus manos.

Aquella sonrisa llena de hoyuelos,
aquellos cabellos llenos de historia.
Su mirada, llena de voces
que escaparon
del holocausto.

Sus labios.
Tan libres y momentáneos
como una fuente de sangre,
como una colonia aislada.

Las decepciones. Constantes.
Incontables. Demasiadas.
Las discusiones. Los abrazos.
Los celos. La historia compartida.
La sangre. En su fuente. En sus recuerdos.

Las uñas que bajan rasgando las paredes.
Las bolsas de papel que parecían un hombre.
La mente (¿dónde está?).

Las bromas.
Los obstáculos,
los abrazos oscuros,
llenos de Edipo,
llenos de Electra,
llenos de Cleopatra.

Los abrazos llenos
de un tarot por siempre negado,
de una noche de borracheras
y sorpresas entre sorpresas.

Un abrazo en sueños,
un compartir en sueños
(más de una vez).

.-.

Origen

Yo soy de donde las cigarras cantan
cada tarde.
De donde el sol se vuelve
naranja antes de morir;
y los lapachos blancos en flor
se mezclan con el smog.

Soy de la tierra guaraní.
Soy de donde se huele flor de coco
cada navidad
- esta navidad no lo voy a oler -;
Donde la chipa, el cocido
y el tereré llenan las comidas
y las mañanas de sábado.

Soy de donde la gente
casi nunca aprende;
de donde olvidan dictaduras;
de donde cierran puertas
y dejan a la gente morir
- lo cual no me da risa –

Asi también, soy de donde todos,
TODOS
acompañan en un momento de dolor.

Soy de donde la gente sólo hace lo justo:
ni más, ni menos, ni lo mejor.
Donde lo más fácil y natural es ser mediocre.
Donde sobresalir y querer ser más
es inusual.
Pero hermoso cuando lo logras.

Soy de donde salir del charco,
hablar con la propia voz,
es estrambótico.
Pero potente.
Donde todos huyen para no volver;
pero vuelven para nunca huir.

Soy de donde la gente me espera,
de donde espero a la gente.
De donde todos ayudarían a construir colosos
si les damos un por qué.

Yo soy de donde
lograr entusiasmo y terminar un proyecto
es lo más increíble que va a pasar.

En fin,
soy de un mundo que parece diferente;
pero a fin de cuentas es
tan igual que lo puedo compartir
y hacerles sentir
lo mismo que yo.

[De un ejercicio de integración]

.-.

Fantasmas

¿Acaso es cierto que no existen los fantasmas?
Qué realidad tan triste y solitaria...

Pasé noches y noches llorando en la arena,
comiendo derrotas
esperando niñas pequeñas
que nunca llegaron,
pues no existen ellas.

Tal vez un rostro que me sonría,
lleno de gusanos y carne podrida
a través de los oscuros cristales de la venta;
sin dientes, y ni siquiera una verdadera sonrisa

pero estaría allí, y me miraría
abriría las fauces para apoderarse de mi alma
o para decirme
amiga”.

Yo.. estaría:
y sabría que los fantasmas existen…

que una niña de blanco me visitará
y que no soy yo el espectro
que vaga solo
por esta tierra maldita.

Tomaría un pedazo de mi sangre
moldearía, con manos precisas y diestras.
Aspiraría un trozo de mi alma,
y suspiraría en mi aliento.

Robaría un poco de mi alegría
inexistente, maldita,
sarcástica y malherida –
y la clavaría en medio del despejado paisaje
de la muerte y la vida.

Me enterraría por siempre
en las catacumbas del recuerdo
y en mi epitafio rezaría, hasta el fin de los días

''Ella, sangre,
alma, aliento y alegría,
ha muerto ya en la tierra
pero es un fantasma,
por siempre escondida
''

– ¿Acaso es cierto que no existen los fantasmas?
Qué realidad tan triste y solitaria –

.-.

Identidad

Soy un vestigio,
soy una sombra
irremediablemente
perdida;
que se esconde
tras la elegancia
y el enigma.

Soy una condena:
soy una vela
que apagó su luz
al salir al viento.

Estoy presente al estar ausente,
y mi presencia se da
cuando alrededor
no hay
nadie.

Porque soy distante.
Porque soy la bruma que te envuelve.
Y la luz apagada que te ilumina
desde la oscuridad.

.-.

Estratos

Estoy en la punta
de una pirámide invertida
Que se basa en el más tener
Se construye en el más poseer
Y termina en el ser


Estoy en la cúspide
de una jerarquía atravesada
Construida en la ignorancia – de los demás
Manipulada por la ambición – nuestra
Y que tal vez aspira a la ilustración – en la cima


Estoy en el centro
de las edades perfectas
Los adultos son los pilares cansados
Los niños un cimiento – promesa
Los ancianos la base – gastada…


Estoy arriba
¿Y en que me ayuda,
si sigo abajo?

Estoy abajo
¿Y que me importa,
si de nada sirve
estar arriba?

.-.

Mirad

Mírame, míranos, mírense
que somos todos
un mismo
Grito Callado
en medio de la plaza

El mismo humo
de los autobuses
perdidos en el tiempo;
Las pisadas intermitentes,
interminables
de los transeúntes.

Mírame, míranos, mírense
que somos todos
El mismo Pregón
del que vende vida
frente a la banca
frente a la esquina.

La igual Sombra
de los árboles
en la tarde
decadente;

Mírame, míranos, mírense
en el espejo
de los días
que silban
la ciudad perdida
entre pasos taciturnos.

Veámonos
El Uno en los ojos del Otro.

Y cuando al fin veamos,
seamos…

Uno.

.-.

Zoom

No hacen falta las palabras.
Si hay un hay olvido,
ha nacido un nuevo recuerdo.

La dulce sangre
se escurre por tus labios:
sabor suficiente para intuir
la verdad.

Bajo las sombras del subconsciente,
se elabora una idea
- la realidad oculta
que no hace falta sacar a la luz...

Esto soy yo, por y para siempre
:
lo descubres en las gotas
agridulces de la esencia…

Sin importar
si el último suspiro es liberado,
sólo avanzamos
hacia tu inmortalidad y la mía….

¿Mueres o muero?
¡Vivimos!

.-.

Asunción

Brindemos el sacrificio, señor,
y bébeme el alma hasta dejarme sin aliento.
Convirtámonos en vampiros sedientos de sangre
y cree sangre mi espíritu para embriagarte con él,
… perdiéndonos en esta lujuriosa ascensión al poder.

Me debes todo, y me lo vas a pagar:
pero mientras purgues tu deuda, córtame los cabellos
blandiendo tu vieja espada, mi Longino;
que en estos versos que te dedico,
muero y resucito en un ciclo oscuro,
para amarte y odiarte
y dar vida y quitarla a mi antojo.

Clava esa lanza en el eje del sacrificio,
y que el Rhin llore lágrimas carmesí
de lo que corría por sus venas,
porque aquí, en esta desenfadada orgía,
entregamos el pago de ser dioses y rectores
del Eón del nuevo día.

Toma el grial y bebe mis sueños,
que no serán ni mi carne ni mi sangre
pero tienen mi esencia;
y si me llevas dentro, puedo morir
porque en ti siempre estaré viva.

Yo sé que te anhelo más que al poder
y a las ansias de controlar mi universo,
pero si te dejo ser dueño de mi piedra maldita
obtendrás el poder
y se perderá este conjuro
en que bailamos sobre cuerpos desnudos,
jubilosos de la muerte –
y del eterno sexto infierno
que hemos creado en vida.

Juguemos con el tablero de sus vidas
mientras juegas con mis intenciones:
porque el vicio del azar
drogará más que las maldiciones.

Prende esa hoguera y toma esos restos
para hervirlos en la purificación del fuego.
Roba al alquimista su caja y su caldero:
en la primera enterrarás mis ilusiones,
y en la segunda cocinarás las vidas
que has cegado para pagarme –
van recién seis y necesitamos trece.

Cuelga ese manto sagrado
con el clavo de mis dientes;
pero no los saques
con tus dedos llenos de mi,
sino con tu boca vacía de nada.

Mi clavo sostendrá
esa antigua prenda divina,
aquella que cubría mi cuerpo blancuzco.
Yo tomaré el telar
para hacer de los huesos del caldero;
un hilo infinito.

¡Matémonos en este rito satánico y mortal!

Y cuando al fin nos encontremos cara a cara
frente al Dios de la Muerte,
lloremos lágrimas sangrientas
con la excusa de que sentíamos amor.

.-.

Ama

Canta,
salta,
grita,
rompe;

y dibuja
y come
y mata;

y secuestra
y quema
y roba;

y haz todo lo que desees amar.

.-.

Necrofilia

Labios.
Potentes, húmedos, fuertes.
Lengua. Lenguas.
Entrelazadas, peleando.

Manos.
Una en la espalda.
Una en el culo.
Una en el pecho.
Una en la cintura.

Piernas.
Unidas.
Descenso: “¡al piso!”.

Fuera escote.
Fuera cinto.
Fuera collares.
Fuera gafas.

Manos y Pechos.
Manos y Sexo.
Lengua y Pechos.
Lengua y Sexo.
Sexo y Boca.
Mano y Sexo.
Sexo y Pechos.
Pie y Sexo.

Manos y pies, y espalda, y piernas, y culo, y pechos y sexo.

Culo y Sexo.
Mano y Culo,
Mano y Sexo.


Uñas y Sangre.
Alambre y Cuello.
Uñas y Alambre
Sangre y Cuello.

Un solo cuerpo se mueve.
Sexo. Sexo. Sexo. SEXO.

¡SEXO!.

.-.

Espero Que Te Inspires

Espero que te inspires

Para poder devolverme
En una cachetada
Cuatro besos
Esculpidos en mármol,
Bordados en cristal
Y sellados en Marsella.

Espero que te pierdas en París.
Que te hayas perdido, y vuelto a salir, y perdido de nuevo
Lejos, lejos de allí.


Espero que en el silencio de la noche
Las voces te sigan persiguiendo
Con respuestas sin preguntas
Y frases sin unidad.

Espero que sus picadas
Hayan sido un bálsamo
Para el colmillo de la coral
Y las garras del buitre
Que te devora.

Espero que al final del recorrido
No me recuerdes
En absoluto.

.-.

4.11.08

Estrellas y Cosetas

Sí, de vez en cuando se dan.
Ocurren.
Aparecen con el suave barrido
de una escoba extraviada un sábado de tarde,
y quitan el polvo de almas
que nunca se imaginaron juntas.
Sí, a veces pasa. Sí, todo el tiempo es.

También, de vez en cuando,
cuando la lluvia vuelve de improviso
a lastimar gargantas infectadas,
resulta que esas
cosas que aparecen,
son cosas irreales
son cosas oníricas
ni siquiera son cosas
simplemente, son.

Y se choca de accidente planeado
con mentes complejas encerradas en miles de preguntas.
Y se da de cara sin pensar
con besos, con sol de colina
que aparecieron de la nada y se fueron del mismo modo
Y se besa en silencio de momento eterno
con las Estrellas, omnipresentes;
las Estrellas de su espalda y su mejilla,
que tal vez en el fondo
de esa alma pobre, lastimada, dolida,
aún brillan,
siguen, y brillan - brillan.

Entonces las cosas se preguntan,
como siempre se han preguntado,
si realmente quieren seguir preguntándose a tu lado.
Entonces las cosas se lastiman,
como siempre se andan lastimando,
si realmente quieren ver si alguien saldría lastimado.
Entonces las cosas se encuentran
con estrellas lastimadas y fulgurantes
- como siempre le ha pasado -
y se queda
entopada.
(Topo, topo, topada***)

Las Estrellas danzan con demasiada energía.
Se enrojecen con demasiada furia.
Se cuestionan sin ninguna duda
cosas que al final no son cuestiones
sino -de nuevo- otras cosas.
Se quedan mirando en silencio
y se ríen de discursos que
no tienen un encajado sentido.
Se paran con orgullo
y muestran su flaqueza
por no temer
dar desparpajos de lengua
y aeropuertos a mediodía
en nombre del amor.

Las Estrellas, en demasiadas cosas,
se parecen demasiado
a demasiadas situaciones
que viví con
demasiadas otras cosas,
otras cosas centellas.

Las Estrellas
y un poeta que sueña con una noche
(¿Coincidencia?: Estrellada)
Y que escribe sobre ESTRELLAS
al costado de Espiral(es) hacia afuera.

Las cosas que aún sufren
que aún viven, que aún velan,
que aún no quieren ser poetas
por ser unas con poetas.
Las cosas que no son estrellas
pero siente como sienten
Las Estrellas.

Las cosas que te aman, a pesar de todo.
Las cosas que creen, que piensan
que nada malo has hecho,
que nada malo ha pasado,
que tan sólo, quizás, tal vez, en silencio,
no era correcto ser cosa en medio
del brillo de un poeta
y la sonrisa de una estrella.

Una estrella cuyo cuerpo lleva mucha más
que seis letras en su nombre;
una estrella cuyo nombre nunca será llenado
por el nombre de las cosas eternas,
cosas ribonucleícas,
cosas revolucionarias,
cosas rodrigarias.

Entonces, digo al final
en silencio y escribiendo
más a prisa,
en mayor consciencia.

Digo entonces que las cosas no parecen lo que eran
ni son lo que parecen
y que las cosas son escobas
y son estrellas
y son poetas.
Y que las cosas no volverán
a pasear en colinas ni de lata
ni de menta
Y que las cosas
no pueden hacer más que desear
un nuevo encuentro
entre la estrella de su cara
y tus besos
de poeta.

Con amor,
con cariño,
con impersonalidad,
como un poema
de una compleja y delicada
coseta.


________________________________

*** "El topo es un animal que vive bajo la tierra excavando galerías, buscando toda su vida la luz, para quedarse ciego en cuanto la ve." (El Topo, Alejandro Jodorowsky)

.-.

A pedido