23.7.10

El hecho (Tercera Parte)

El hecho inconfesable,

mi corazón,

es que no podés esconder tus ansias

de que una mujer

te toque la cuca.

.-.

San La Muerte

Esa obsesión desmesurada; esa seguridad de que cada palabra dicha, pensada y escrita va a colgar del fino hilo de la duda mientras vuelvo a las raíces complicadas. Las mismas raíces que resurgen cada vez que una esponja llena de detergente me escupe sus bacterias inexistentes, gritando "Edipo". De la misma forma en que yo grito "Edipo" cada vez que veo un tenedor con dientes torcidos. Era hora, de cualquier manera, de cosechar los recortes presupuestarios impuestos por el método sobreestimado. El lenguaje se repite y las preocupaciones son las mismas, pero la cantidad de palabras e ideas se reduce en proporción directa a su nivel de estupidez intelectual.

Quizás es una palabra que no he usado con frecuencia.

Hay gente que me asusta, y me asusta también la idea de admitir esa vulnerabilidad con ovarios. Errores, u error, que ya se ha cometido y decide a quedarse impreso en el papel, despiadado y sarcástico, un poco pedante quizás. Entre la rabia, la indignación, la primariedad y la absoluta carencia de los arcanos: todo se mezcla tan lentamente como un pedazo de sopa paraguaya y estofado de pescado feo, mientras se regurgita "vrgobina, vrgobina". Tal vez el punto de toda esta cuestión yace en dejar al tiempo llevar a cabo sus planes invisibles, y plasmar ese elemento que gobierna el universo en vocablos y oraciones que no tienen ningún sentido.

Porque es pura vomitería, así, como los lugares de Asunción donde se vende Dürüm Kebab.

San La Muerte viene entonces a darme un respiro, a hacerme creer que me está salvando de lidiar con esa frustración diaria y ficticia. Pero en realidad, aunque me divierte y me da razones suficientes para sonreír, él, al otro lado, se entristece y presiona el teclado (y mi clítoris) cada noche con menos suavidad. San La Muerte se adueña de mis sueños incoscientes, pero quien produce mis suelos conscientes se mueve más lento que quitarte el alma después de estirar la pata. Yo me muevo lento también, y todas las cosas que podríamos hacer se disuelven en los humos de la legalidad y la vida simple. Vida simple y superficial que ya ni se toma la molestia de querer parecer, o tratar sinceramente, de ofrecer profundidad.

El miedo siempre está allí, y la elección de volverme estúpida es la prueba.

Igual un día todos nos vamos de paseo con el Santo Patrono, y no es que lo traigo a colación por ser tema de preocupación. La cuestión es más simple y ridícula de lo que parece, y ni siquiera parece que hay algo que no esta bien en todo esto. ¿Será porque San La Muerte y la libre opción de estupidez realmente te llenan como persona? ¿O será que, rodeado por tanto tiempo de pura mierda - bueno, me corrijo, algo que huele mejor, como pan recién salido del horno -, será que tanto tiempo rodeado del buen aroma de un pan bien cocinado te embota el olfato, y cuando finalmente se produce la fisura en el tubo de gas, el olor es imperceptible? ¿Mortal?

En teoría, la falta de diversidad otorga un olfato refinado. Viva la monodoría.

¿O la monogamia?

.-.

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