27.10.10

Cortinas

En tiempos soleados, abro las cortinas y las ventanas de toda la habitación. La luz del sol penetra cada milímetro de mi vida, y todo lo que existe dentro y fuera de mis límites se unifica a través de la luz.

En tiempos de oscuridad la luz envuelve mis ventanas. La luz del interior llama la atención al exterior. Aquellos que está excluídos pueden ver con más claridad lo que ocurre dentro de los límites; pero yo, que sigo adentro, estoy privada del derecho de ver. La luz que proviene de mí ciega mi vista, y me impide distinguir quién se mueve a través de las sombras.

En tiempos de luz las ventanas permanecen abiertas, pero en tiempos de oscuridad brillar es una exposición innecesaria y peligrosa. Por eso permanecen cerradas las cortinas.

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7.10.10

¿Barett Hall o Rafael Barrett?

La cuestión de la capacidad o incapacidad de producir algo digno de cuestionamiento es meramente tangencial. El verdadero dilema es la utilización efectiva de los recursos, el reconocer que uno dispone de ellos, y el aprovechar su existencia. Cuando de una u otra manera la intención es gastar capital y labor para transitar por la vida, produciendo bienes y servicios pero ignorando el contexto y la persona, entonces el cerebro se calla a sí mismo y el obrero se convierte en autómata. Autómata que puede seguir reglas y horarios, pero no puede dejar a su mente distraerse en discursos anarquistas ni en indagaciones filosóficas que mucho han de demandar a su estómago lleno de basura procesada. Basura que no tiene el sabor ni la forma de la carne podrida, carne inexistente en el frente de Cerro Corá.

La cuestión es la lealtad a las creencias y la capacidad de desobedecer, aceptando con plenitud las consecuencias de esta desobediencia. Porque quien pretende desafiar sistemas y reglas y aún así aspirar a la funcionalidad, a ser mano de obra, a ser un trabajador de cuello azul: si las aspiraciones son revolucionar y al mismo tiempo mantener el estatus de aceptable - entonces no hay compromiso. Cualquier compromiso que apoye la gradualidad, los procesos paso a paso, los matices de gris en vista de siglos y siglos de polaridades negras y rojas: cualquier proceso que ignore la imparable explosión de siglos de violencia, es una visión ignorante, callada, callante, cómplice y cobarde que demuestra las huellas del miedo inflictas por esa misma violencia.

¿Rojo y negro, rojo y negro por qué? Rojo y negro de la sangre y la oscuridad. Rojo, la lucha, el color de los comunistas y revolucionarios que sólo en el mundo del revés imprime en el incosciente colectivo la derecha más extrema y repugnante que se vió y se verá. Derecha roja, derecha hija de los argentinos y brasileros y uruguayos, que no eran ni argentinos ni brasileros ni uruguayos, pero eran piltrafas. Piltrafas de hombres, piltrafas de espíritu, piltrafa que resultan unión incestuosa, adúltera, aberrante de quien cruzó con los pocos guaraníes que quedaban en los ojos de los criollos paraguayos. Criollos que sobrevivieron en actos heroícos de cobardía, en desobediencia, en sangre, en canibalismo. Rojo que no termina de pintar la tierra roja, teñida de sangre no de soldados, pero de mujeres y niños que nunca nacieron ni van a nacer por culpa de las guerras.

Negro, negro, ¿por qué el negro? Negro de la ausencia de humanidad. Negro de la piel que se rehusa a brillar en el sol asunceno, sol guaireño, sol sapukeño. Piel que se rehúsa a negar su negrura, que se regodea pero se achica: piel negra que absorbe los tintes rojos de las guerras que nos dieron a luz. Negro, negro el color de tu pelo y mi pelo, y negro el color de nuestros ojos que de viejos peones se han vuelto idiotas. De otrogar el bienestar físico no entienden, no entienden que ni el paraguayo ni el congolés, ni el mexicano ni el coreano, ni el pakistaní ni el irlandés fugitivo, ni los australianos desplazados ni los serbos, ni croatas, ni montenegrinos, ni albanios, ni kosovares, ni marroquíes, ni blancos ni negros, ni clase media ni calse baja, ni clase alta ni endedudores ni investores. Ninguno, ninguno se salva de la negrura de nuestro corazón que puede vivir en Finlandia pero morir con el mismo dolor de alma que en los yerbales, cosechando ocho arrobas, y nada menos. A excepción, claro, de todos aquellos hombres, la mayoría de ellos, a los que la negrura les ha tragado el alma ya.

La capacidad de crear o no está fuera de discusión. Lo que hace falta es el combustible que ilumine lo rojo y lo negro dentro del hombre y la mujer. Ese combustible por el que peleamos, que está presente. Esos recursos mal utilizados, mal archivados: esa historia que se repite como cuento estéril de vidas y nombres que no van a volver y que no suceden más pero sólo se repiten. Esa sangre y ese color que se regodea en las divisiones de nacionalidad e identidad, y se descuartiza a carcajadas de nuestra ignorancia. De nuestras depresiones y vacíos, de nuestros déficits económicos. De todas nuestras carencias inexplicables que no necesitan más respuesta que mirar atrás, a los lados y adelante. Y que no necesita más acción que iluminar lo negro y quemar lo rojo. Purificar la oscuridad y elevarse a la luz. La luz infinita e inalcanzable, la luz de las velas que quema las mariposas.

La luz. La revolución.

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6.10.10

Frida

Todos sabíamos que iba a pasar algún día.
Era cuestión de tiempo.
Y no de dinamita.
Pero las bombas, todas explotan igual.
O saltan después de rebotar
la pelota a los costados y saltar
saltar con apoyo de ellas,
sus manos en mis piernas,
saltar para pelear en el cielo -
para pelear por una pelota,
para sostener con garra
la bola
y dejarme caer en sus brazos
en un momento de incosciencia
y correr al frente.
No,
las otras corren al frente,
las otras huyen
las otras defienden
la bola
con sus manos
las otras tienen una meta
y tienen un instrumento, nosotras
nosotras tenemos el momentum
y el ímpetu
y las bombas
que no explotan todas iguales
pero todas explotan,
sin embargo, todas
un día saltan
y entre saltos e incosciencia
y bebida y exotismo
se entregan al tiempo.
Porque era cuestión de tiempo,
no de dinamita
pero la dinamita estará por siempre presente
y aunque pase el tiempo
recordaremos
que aquel primer salto
donde yo tuve la batuta
y ellas un sostenido,
aquel momento de lucha en las
alturas
por un elemento que ni ellas ni yo
podríamos conservar
pero de forma inexplicable
pero entendible
queríamos tomar
por un segundo
de momentum
incosciente
contra la bola
y las corridas
y las tres
un equipo
una vez,
cada vez.
Porque era cuestión de tiempo,
pero no de dinamita.

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XVII

Cuando
un número al azar

escribo

es porque lo he sacado
de mi culo.

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Diskin

Porque el miedo a fallar,
a ser invulnerable -
a parecer invulnerable -

a decir cosas que no quiero que escuchen
y que usen en mi contra
como si cada minuto
me arrestasen
y tengan que leerme
los derechos.

Todo lo que digas puede ser usado en tu contra.

El miedo que mis palabras
se vuelvan en mi contra
y puedan evidenciar
mis flaquezas,
mis debilidades,
mis miedos
que en sí
son los miedos.

La constante obsesión de alcanzar la perfección
y cerrar las ostras de mar
para que el exterior
no pueda ver
ni lo bueno ni lo malo

Y tratar de no sentir,
una vez más
en un sofisticado juego emocional


que sólo logra evidenciar
mi inmadurez.

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