26.8.13

La hija pródiga

Tenía las rodillas lastimadas, y el cuerpo cubierto del polvo del camino. Su ropa estaba maltrecha y hecha jirones. Era obvio que no había comido bien por mucho tiempo, porque no solamente estaba delgada: estaba pálida, debilitada.

Nadie recordaba cuánto tiempo atrás se había marchado. Lo cierto era que tanto tiempo había pasado, que hasta su forma de hablar no era la misma. Luchaba contra la influencia del idioma extrajero con todas sus fuerzas; una lucha visible de vocales pesadas y lengua torcida, de labios despistados y elipsis momentáneas.

Parada frente al portón de la casa familiar, la hija pródiga retornaba hecha harapos y con menos de lo que tenía al abandonar el nido.

El viento soplaba fuerte, trayendo una frescura de otras tierras. Ella levantó la cabeza, olisqueó la brisa y dibujó una sonrisa en su rostro demacrado.

"¿Volver ahora? Ni en pedo. Mi vida recién empieza. Quién no se mueve, no siente el ruido de sus cadenas."

Con una media vuelta, la hija pródiga... se fue.

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