"No hace falta probar nada a nadie"
pensaba ingenua
mientras el reloj corría en aquella tarea
saboteada
en su tardanza innecesaria y autodestructiva,
paralizante y absurda.
No había explicaciones lógicas
ni racionales
o al menos no las suficientes
para comprender
tanta falla indeseada
y suicida
Sólo había gratificación instantánea
y putrefacción de cerebros
en la yema de los dedos.
El poema quedó colgado
inconcluso
como las dosis de litio pendientes
y la vulva pulsante
y el ensayo errante
pero al menos estamos escribiendo.
.-.
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