16.2.10

Michigan

Muero de ganas
de vivir allí contigo
en una isla desierta
y fundirte en
las paredes del bosque
como una vela.

Muero de ganas
de vivir allí contigo
en una isla desierta
y comerte en
los rellanos
de la palabra extinta.

Muero de ganas
de vivir allí contigo
en una isla desierta
y pasearnos edén
entre salvajes
pedazos de nuestro ser.

Muero de ganas
de vivir allí contigo
en una isla desierta
y prender un faro ecológico
todas las noches
a la misma hora
que tomes tus
medicinas.

Muero de ganas
de vivir allí contigo
en una isla desierta

Y de morir allí.

.-.

Daigo

Un día llegó
y me dijo que era un fotógrafo.

Sopló el polvo de los libros
y sonrió a mi cabeza calva
mientras yo prendía los botones superiores
de mi camisa poco recatada
y empleaba la humildad
(divina)
que los japoneses me han mostrado.


El me escribió en letras chinas
sobre la historia de los gremios
su dirección y nombre
y el ISO de su cámara.


Un día le llamé
antes del oscurecer
mientras mi vestido soplaba
un fuerte viento sur
y mis libros de kanji
salpicaban la calle.

El me dijo que vivió en Brasil
y que su nombre
llenaba sus expectativas.

Yo le dije que el mío
era la construcción social
de una construcción social.

Él habla en japonés,
y yo aprendo.

.-.

El hecho

es que sólo quedan tres cosas:

vos,


lo incomible,


y la plurisexualidad.



Si todo esto fuera en español,
mi amor,
los huevos no me dolerían tanto.


.-.

Maratón

De tres días juntos. Donde la cuenta del tiempo se enlentece al ritmo en que un nuevo vocabulario se adueña de mi útero, mis pechos y mi escroto. No hay que discriminar al respecto: mis alusiones sólo responden a que el tabú provee disfrazes que nos hacen inmunes a los manejos lingüísticos de otros imperios,

hasta el momento en que sabemos cómo decir correctamente las cosas que nunca hay que decir.

.-.

A pedido