26.12.08

Again

And yes, again, here I am.

Listening to Comptine d'une autre été and writing to you –again –another letter that maybe I will not send.

I am wearing my red dress. Eating pitted dates. My colorful white-pink socks laying on the bed, and me, lying on the red little sit that I love so much. The window is showing a quiet, almost dreams-from sight. The threes are graciously moved by the slowly blowing wind. It is such a nice moment. It seems that is going to start raining suddenly/ raindrops weeping a blink after I sighed – again.

This morning, at 6 or more, I felt Alexis and Maea getting ready to go to camp. I was totally knocked out – tired because of staying awake until 3:40 AM. But at least I was not supposed to be getting ready to go away as they were.
You were.

Unavoidably, I started feeling a little guilty. You probably didn’t want to wake up, and even if you did, you probably were so tired! Try not to extent conversations for so long in the night, nocturne creature; not everyone is free of activities and not everyone is willing to stay in bed even though there are classes. Ha ha. Not funny.

And then I realized. The first thing I thought about when I opened my eyes... it was you – again.

(Sigh) I would not like this to become only a romantic/lovely/silly/whatever experience. You are not someone I want to fall for, just right this moment. You are more likely to be someone I want to share a moment – many moments – full of reflections, conversations; a search of self, a metaphorical song; a silent walk around the block of residences.

You are someone I want to see light with. Not someone I want to have an affair with.
Not because I do not like you; not because you are not nice, cute, interesting, awaken enough to call my attention.

Is because I feel – somehow – that by making this amazing connection, this explosion in which we found each other, something so limited as a romantic relationship – a human romantic relationship – will ruin in some way the unconscious connection we already established.

The type of relationship I would like to have with you goes beyond that experience. I can not describe what kind of experience I would like to share with you, but not an affair.

Maybe, is more about not romantic love.
It is about real love.

And what is "real love"? You may wonder.
So do I.

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Éter

Un día, justo en ese punto intermedio entre desvanecerse en la noche y brillar con el sol de la tarde, tome tu espíritu y comencé a moldearlo con mis manos.

Mis dedos se movían dóciles, frágiles, tranquilos. Al compás de la respiración de un ejercicio de meditación. El dedo índice doblándose en si mismo, con seguridad y agilidad, sentaba las bases del siguiente dedo. El anular señalaba distante hacia el cielo. Alrededor, el aroma a cigarra, el aroma a caballo, el aroma a multiprocesador de verduras con nombres exportados. Alrededor, una de mis tantas sonrisas perdidas, vino de visita. Estaba sentada frente a mis manos laboriosas.

Tu espíritu, quejumbroso, maleable, se movía al compás de mi respiración - como en un ejercicio de meditación -.

Satanás en sus ojos.
sánataS ne sus sojo.


Rahel y Estha. Ammu y Velutha. Karina y Jesse. Todos personajes que vinieron a hacer de espectadores. Las últimas gotas de amatista caían, sin ningún tipo de contemplación. Hasta las ojas secas, que pintaban el piso de color naturaleza.

Y luego, cuando ya la agonía de las sonrisas perdidas dejaron a la naturaleza pintar la tarde color crepúsculo, Rahel y Estha se amaron sin seguir ningún tipo de regla de monjas roídas por los principios de auto-humillaciones.

Y luego, cuando las desahuciadas porciones de tu ser contenidas en la incorporeidad de mi plastilina juguetona decidieron dejar de ser sólidas y convertirse en éter, Ammu y Velutha se amaron a la orilla del río. Sufriendo atentados de mangostas y de hormigas y de asesinos en potencia en cada molécula de escaleras que los rodeaba.

Y luego, cuando el silencio se impuso, cuando mis dedos se quedaron quietos posados sobre tu nombre luego de haber acabado con los últimos pedazos de tu de tu ser – reflejados en la aurora boreal de Lappiland, que tal vez están viendo en estos momentos – Karina y Jesse no se amaron trasgrediendo reglas o desafiando mangostas u hormigas.

Se despidieron con medias frases, con medias de colores, con medias porque nunca hubo completas. Se despidieron sin besos, sin abrazos, sin peleas, sin sonrisas, sin espíritus.
Se despidieron de la mano de mis dedos adoloridos y tu alma pulverizada. Simplemente se despidieron.

Y ahora, de Nuevo, sigue el camino

Pocos fueron lastimados. Tus miedos no se cumplieron.

Solo hemos herido entes insignificantes.

Solo tu espíritu.

Solo mis dedos índice, anular y el pulgar, que ejecutan en silencio Comptine d’une autre été en un piano ajeno, perdido en medio del lejano viejo oeste

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24.12.08

Aristas

Hay una parte de mí con la que la coexistencia se hace confusa y placenteramente desagradable. Es de esos lados de uno mismo que se trata de maquillar con base universal extra duradera, de esas que promocionan las actrices de Hollywood y los sacerdotes en Domingos de Ramos.

Una arista – una de las aristas del dodecágono de mi ser no ontológico con el que nunca aprendí a negociar la propia aceptación. Uno de esos lados que Gandhi hubiera querido ver en Sudáfrica; o Julio asociaría a los hombres que usan el lápiz - burdo invento de ellos mismos – para masturbar sus mentes con él.

Estoy tan convencido de que ese lado existe como de que mi bisabuela ha pasado el climaterio cuatro veces. Tan convencido de que esa arista es real como de que sus besos y caricias aquella noche fueron fingidos para no dejarme con ganas.

Y este lado en cuestión no consta de ángulos, ni de catetos ni de hipotenusas. Aprecio mucho el álgebra, las fórmulas y la aritmética: pero ese lado de mí escapa a toda medida. Sin embargo, no escapa al hombre: por lo que retracto y digo que escapa a mi medida.

Ese lado… que es feliz. Puede levantarse todos los días y sonreír ante la perspectiva de volverse un ser humano explotado fuera de un cubículo real llenando uno imaginario. Puede partir los mendrugos de libros con sus no semejantes, e igualarse a la contra dignidad de cobrar un ojo por ojo y diente por diente, manteniendo la ficticia integridad donde todos se aprovechan de él.

Ese lado se ve a sí mismo como una fémina porque no vive escondiendo la vulnerabilidad inculcada en una familia de féminas machistas que criaron solas clanes enteros, que nada tendrían que envidiar a la Camarilla o al Sabath.

Ese lado tan simplejo que es capaz de seguir instructivos, rellenar expectativas: cumplir órdenes autómatas, doblegarse ante candidatos a la vide presidencia y rechazar proposiciones de matrimonio – cuando sabe que es más probable que Lisa Simpson se case antes .

Ese lado que ayuda a las ancianas a cruzar la calle. Que sonríe a las ex novias despechadas. Que se comporta amable con el imbécil que se lleva a bailar a la trigueña interesante que vi primero. Ese lado que nunca diría que no a su madre; y que jamás sería tan malo como para pegarle a la abuela. Ese lado que acompaña a la hermana menor a encontrarse a escondidas con el novio y recibe en retribución una gigantesca L en la frente.

Ese lado que es feliz sin preocuparse por lo profundo, porque sabe que sólo los idiotas pueden ser totalmente felices .

Ese lado que es capaz de suplantar con actividad física y con momentos de distracción sana la carencia absoluta de explanación sexual y creativa. Ese lado que puede sonreír y no cuidarse la espalda de intelectuales dispuestos a desmentir todas las creencias valederas como asidero de matasanos y mata-listos.

Ese lado de mí que personifica al hombre modesto que con poco se conforma.
Y yo me pregunto, ¿dónde estuvo ese maldito lado de mi las últimas dos décadas?

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* Hasta donde sé, ya se consiguió novio. Pero conocemos a Matt Gröning: Lisa no se va a casar jamás.

** Vargas Llosa, Mario

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23.12.08

Veinticuatro

No pienso manifestarme. No pienso mostrar, ni mostrarme, ni demostrar nada el próximo veinticuatro. Y que la Navidad se marche silenciosa y cabizbaja a la zona más alta del barco para avistar tierra: porque yo no pienso prestarle atención.

Porque estas perras negras* no se dejan coger de la misma forma, y porque mi lápiz ya no puede masturbar con su mismo estilo insolente, liberador y catártico**. Las palabras están gastadas, lo ordenadores se han dispuesto con exactamente las mismas letras del abecedario una y otra y otra vez.

Una y otra. Y otra. Veinticuatro veces. Veinticuatro, no más. Veinticuatro, en esa pesadilla recurrente donde las combinaciones posibles y los ordenamientos definen una deforme secuencia de ideas que ha nacido condenada a jamás realizarse como lo que ha sido prevista. Igual a los hombres y caballos y legos que se explica a Sofía: igual a las ideas que Platón nunca dejó realizar en los hombres – y no porque no nos diera permiso.

Veinticuatro: unos milenios antes de lo que sus expectativas hubieran esperado cumplir en mí. Veinticuatro, la proyectada donde busqué prostitutas de forma infructuosa: prostitutas que calmaran el ansía de sexo que mi mente engulle y mi ser no ontológico rehúye.

Veinticuatro: día en el que estaré cocinando en compañía de ella, con sus ojos rasgados y su corto cabello negro***. Sabiendo que tanto ella como yo somos ideas falladas, y que el lápiz que nos forjó masturbaba dioses. Así como el lápiz que hoy suplanto con tecnología placentera da a lugar a los universos donde la recreo a ella y a él: donde puedo adueñarme de sus destinos.

Veinticuatro: las vidas que deben pasar antes de que mi miembro pueda tener una erección amorosa, o antes de que su vagina pueda albergar mis palabras.

Ese dos y ese cuatro, dispuestos al azar, fijados para el cumpleaños de la mujer que me limpia la casa y prepara la comida. Que no es mi esposa. Ni tú, que no eres mi alma.

Veinticuatro: un número que también tendrá algo que ver con aquellos amigos que bordean despeñaderos del océano de Caronte. Un número que no me persigue como lo hacen los gatos, pero que marca presencia en forma simbólica: como podría haber sido mi natividad novena, o mi muerte – un 2006.

¿Veinticuatro o tres? ¿Veinticuatro o tres? No, tres no: sólo dos. Dos para tener el valor de poder besarla mientras me prepare damplings o patatas fritas. Dos para poder dividir el doce, que se convierta en seis y se repita en tres oportunidades: una en que le robo, otra en que la ideo, y otra que asesino a Gaarder por ofrecerme filosofía barata cuando lo que precisaba era una maldita puta masculina en la veinticuatro proyectada el miércoles pasado. Una puta masculina, o una femenina, no peco de lesbiano ni de travestida para poner objeciones.

La sed de mi ser no ontológico no se callará antes la ausencia de sus ojos rasgados, y buscará una nueva forma de suplantar los números con las mismas gastadas combinaciones que desaparecen del teclado – un poco cada nanosegundo****.

Veinticuatro letras que sólo pueden reducirse a tres definitorias del universo con sus vueltas y venidas, con sus tangentes y escaladas; con su dios, exista o no*****.

Veinticuatro en tres: vos.
Pero sólo se reducen a dos. Veinticuatro y dos.
NO******.

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* Las de Gabo.

** Julio Torres; ensayo en un lugar que ni me acuerdo y no pienso encontrar ahora para no irritar a los de derechos de autor.

*** Todo esto, claro, asumiendo que ella acceda a verme como un hombre y no como un adefesio dispuesto a buscar al averdad a su lado. Porque siendo el hombre el que mide; y yo el que deseo no medir su vida en función a la mía. No, no hay reconciliación absoluta ni imposible en esa situación.

**** Me gusta esa palabra, nanosegundo. Y apuesto que en uno de ellos vas a olvidar lo que traté de decirte.

***** Don Federico, ése que dijo que dios murió.

****** Su palabra inicial no era NO, era YO.

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Amado nanosegundo

Entre las miles de cosas que pensaba, una idea tomó protagonismo y llenó mi cabeza como una cheeseburger llena las arterias de materia fecal. Claro, hay que admitirlo: es sólo otro tanto de los pensamientos que existen en la vaina de esta afilada espada; y como buena espada, mientras más pesada y grande sea, es más difícil de manejar. Por lo tanto, explayarse en un solo punto del pensamiento es darle agilidad y no cantidad al número de ideas infinitas concebidas en una milésima de nanosegundo*. Ergo, pensaré en ese punto por una vez, y os contaré al respecto.

Pensaba en un par de sujetos de prueba, y las posibilidades de compartir una vida despreocupada y sexualmente activa. Sujeto en cuestión es muy abierto sexualmente, tanto en la interpretación morbosa como en la tolerancia ideológica. Sujeta en cuestión es tolerante y condescendiente al respecto, y admite gustar de la actividad sin pormenores de remordimiento moral.

Sin embargo, es sabido que ambos sujetos no crearon – y no tienen un interés real en crear un vínculo amoroso. So, nos encontramos ante la típica situación de muy buenos amigos con derechos que comparten la misma cama mientras se ofrecen placer mutuo. Claro que esta situación es un retrato al por mayor y garabateado a la velocidad de los compases de Värtinnä**; y los pormenores de dicha situación se ajustan deliciosamente a la (no) identificación del actual lector.

¿Cuál es el quid de la cuestión? Tropecé con sujeta existencialista amoral amorosamente lastimada; y con sujeto existencialista, sexópata amorosamente lastimado. Llenan el perfil perfecto de la amistad sincera donde pueden brindarse el favor de satisfacer su energía sexual creativa sin tener que comprometerse a ser adultos – avoiding la responsabilidad de cargar con las hormonas y/o descargarlas compulsivamente.

Pero sujeta no quiere sexo per se. Y sujeto no quiere amor per sexo. En este punto mi pensamiento fue capturado. Porque situaciones así se ven día a día, ¡son tan naturales! Los gatos de la vuelta de las esquina; los adictos que flirtean con actualizaciones de estado en msn; las bailarinas que tropiezan con trovadores en eventos culturales; los nihilistas que discuten al Marqués (no a Márquez) antes de llenar sus espacios aquelarristas. Digo, digo: no es Paraguay honesto. No es nada nuevo pensar en eso.

¿Qué es lo nuevo, entonces, mentecato manipulador de párrafos? Bueno, lo nuevo es encontrar más razón en la sexo-dadora que en el sexo-dador. ¡Qué la niña tiene más razón! Sexo per se, como si nada, para satisfacción hedonista, está a la orden del día. Y surge como un impulso cuidadosamente fingido en pensamiento racional, cumpliéndose siempre y cuando los, las o los y las personas deseosas de cubrir sus experiencias estén disponibles.

Lo que nunca surge es una mujer que se niegue a coger dentro de mi cabeza, y eso es sorprendente y un poco chocante. Porque conozco muchas amigas de más de veinte que siguen vírgenes y no tienen mucho interés en dejar el hábito – como yo perdí el interés en el sexo casual.

El problema entonces es la canalización de la información, y el desmerecimiento del sexo. ¿A qué viene que un acto tan lleno de ventajas y tan realizador a nivel emocional esté disminuido al conflicto del sexópata y la emo?

Viene a la existencia de medios hedonistas, de expresiones deformes, de parches emocionales y de explotación física para fines meramente fisiológicos-hormonales. Viene de la mano de la costumbre en boga de bailar el hasta abajo y predicar el liberalismo, atando a las chicas a ser putas cuando se acuestan con tres tipos en una semana mientras a los chicos se les da el mismo título por dormir con un hombre en su vida. “Si sos atractiva, te hablan y nos respondés, sos puta. Si respondés, no sos sólo puta: también sos fácil”*** dijo una amistad que lidia diariamente con el acoso de freaks y el desprecio de chetos.

La cosificación viene a la par de los discursos vacíos. Donde las palabras vulgares reemplazan al nanosegundo, y se vuelven ordinariamente familiares, borrando toda huella posible de belleza en un acto que únicamente satisface deseos pasionales.

El ser humano, por muy libre y aceptante que sea para con sus pasiones, convive en sí mismo con otras partes de sí mismo que responden a emociones, ideas de respeto y moral, y un deseo infinito y hábilmente maquillado. Se consuela y alimenta entonces con palabras, producciones fotográficas, moda, spots, tatuajes; fiestas y relaciones de sexo libre con amigos, amigas y perros chow-chow, perforaciones corporales y vestidos ajustados con brillo en la punta del pecho; bebidas con altos niveles de estimulantes de toda clase, polvos, filtros y humos compuestos de varios químicos cancerígenos, juegos de víctima, dominación y poder, y palabras falsas que apuntan a fingir un momento de intercambio emocional para llegar al tan ansiado momento climático (que a la larga hace más frustrante al momento climatérico)

Quedo entonces mal parado (porque tampoco se me anda parando) mientras defiendo una nueva alternativa: apostar a la opción de aquél Gurú**** que alguna vez afirmó que en Oriente el sexo revienta hacia Occidente porque allá lo borran y aquí lo cuecen. Pero dentro de poco aquí querrán borrarlo, y lo cocerán como palomitas para películas allá*****. Y para ese entonces podríamos darnos la oportunidad de redescubrir a las revistas de moda por el brillo de los ojos de sus modelos sufridos – no por el diámetro de sus mamas.

Mientras tanto, buen provecho con el presente: sirve de útiles múltiples maneras a sublimar esas pasiones y a entretener gatos de vecinos solteros –carentes de escapes físico por su nivel de extravagancia moralista. O porque usted no le ha hecho el favor.******

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* AMO esa palabra. Nanosegundo, nanosegundo, nanosegundo.

** “Oitara, aitara…” Canciones extrañas pero con ritmo marcado: geniales para ejercicios de calentamiento.

*** Mujer sexy, por cierto, la autora de esa frase.

**** Me pidió que protegiera su nombre, es un poco tímido. Ya saben, con eso de que escribió treinta libros y tiene seguidores en el mundo… la cosa no está fácil.

***** Entiendo que usted puede discrepar en este punto por la bomba constante de ilustraciones cómicas de tipo pornográfico de un país superpotencia en específico. Yo le digo: lea sobre la cultura india, vietnamita, china, indonesa y/o de más al medio (Irán, Irak, Arbzeidaján, Kazahjistán, etc.) Un país promocionado en un solo aspecto puede dibujarnos una cultura no correspondiente, así como ciertos paraguayos talentosos pueden darle buena fama a Paraguay. Las cosas son mucho más amplias. Lea mucho y luego cómprese una nueva visión.

****** Le puse de título previo alternativo a este ensayo “Non cogito, ergo superficiali sum”. Y un primer título alternativo: "Sobre coito y gatos en la esquina".

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3.12.08

Espacio

A nadie le quepa duda de que las personas, con respecto a la Tierra, son criaturas insignificantes: mientras las primeras no sobrepasan los 2,50 metros de altura -con mucho-, la Tierra cuenta con un diámetro de 12,756 Km., lo que le da categoría de “el más grande de los planetas interiores” (entre Mercurio, Marte y Venus). No es necesario un análisis exhaustivo para ver que hay una gran desproporción entre el tamaño de uno y otro; así que, con ésta primera conclusión, surge una pequeña inquietud que se plasma en el siguiente planteamiento, propuesto en El Principito:
Los hombres ocupan muy poco lugar en la Tierra. Si los dos mil millones de habitantes que pueblan la Tierra se colocaran uno junto a otro, un poco apretados, como en una manifestación, podrían pararse cómodamente en una plaza pública de veinte millas de largo por veinte de ancho. (…) Seguramente las personas mayores no les creerán tal cosa, porque imaginan que necesitan ocupar grandes espacios” (1).
¿Necesitamos en realidad ocupar tanto espacio? ¿Tomar todo, adueñarnos de ello, poseerlo? ¿No son suficientes acaso nuestros pequeños hogares, nuestros pueblos, villas? ¿Necesitamos, en verdad, más espacio…?

Desde tiempos inmemoriales, la posesión de los mejores territorios o la mayor cantidad de ellos determinaba el poderío de los pueblos que iban asentándose. La orilla de un río, la tierra fértil, alimentos y recursos disponibles determinaban su alcance. Y una vez que obtuvieron todo eso, se formaron como ciudad, se establecieron de manera sedentaria, evolucionaron y se volvieron poderosos. ¿Qué les haría falta para ser más poderosos, en esa ambición característica de nuestra raza? ¡Someter a los pueblos menos o igual de poderosos que ellos, y tomar sus espacios, sus buenas tierras, sus recursos y riquezas!

Es de estas circunstancias que surgen los grandes héroes de la antigüedad: Aquiles, Alejandro Magno, Julio César, Atila el Huno… estos personajes, en especial, tienen una característica en común: gran parte de su fama se debe a la/s conquista/s de cada uno, en un grado y/o circunstancias diferentes, y al final de todo, conquistaron la inmortalidad histórica. Aquiles conquistó la fama a la vez que conquistó el protagonismo en la famosa guerra de Troya. Julio César no dejaba de conquistar pueblos a su paso; y fue conquistado por los seductores encantos de Cleopatra, Reina de Egipto. Fue conquistado por creer suya la conquista (¡Qué ironía!).

Atila el Huno, conocido como “El Azote de Dios”, fue derrotado por Aníbal en su batalla final, tratando de conquistar la frontera y los Cáucasos. Aníbal entonces, por curiosidad, le preguntó quiénes, a su criterio, le parecía los más grandes conquistadores de la humanidad. Atila dijo que en tercer puesto ponía a Julio César, en segundo a él mismo, y en primero, a Alejandro Magno. "¿Por qué te colocas en segundo lugar, si yo te he derrotado?”, le interpeló Aníbal, a lo que Atila respondió “Porque si no lo hacías, yo sería el primero” (2).

Alejandro Magno tiene recibió también un comentario que viene al caso: cierta vez, su padre, Filipo, Rey de Macedonia en ese entonces, le dijo:
Busca, hijo mío, un reino igual a ti, porque en Macedonia no cabes” (3).
Alejandro murió a los 32 años, habiendo conquistado el 90% del mundo conocido en ese entonces. Siglos después, su sueño de helenizar al mundo era una realidad. La grandeza iba de la mano de la conquista, y la conquista no era más que la posesión de más mejores territorios: espacios.

Con el paso del tiempo, la humanidad fue manifestando su poderío y alcance mediante la posesión de grandes espacios, ya sean físicos o culturales. Las cruzadas, en pos de la recuperación de lo que, a juicio de los cristianos de ese entonces, les pertenecía, como si la pertenencia universal no fuera una opción; la conquista y colonización de América; la independencia de la misma, la fundación de las Repúblicas independientes y estados unidos; las guerras por la posesión de más y más y más territorios, como las conquistas de Victoria, la Reina de Inglaterra. La mismísima guerra de la Triple Alianza puso en juego la pérdida de gran parte del suelo paraguayo. Todo siempre ha sido la posesión, la ambición de tener más espacio para demostrar cuán poderosos somos.

Hoy día, en la gran revolución informática y en la moderna época en que las telecomunicaciones avanzan y la posesión de recursos como el petróleo y el agua son infalibles (sí, el agua ya es escasa) lo que determina el poder es la posesión de los mismos y al manejo de las nuevas tecnologías. Así es que nos encontramos ante el dilema del espacio informático. En 1981, Bill Gates hizo un comentario al que deberá preceder una pequeña explicación para poder apreciarlo: la menor unidad de almacenamiento informático es 1 K. Este almacenamiento se usa tanto para guardar datos como para mejorar la velocidad y calidad del trabajo en proceso en el ordenador. Con el paso del tiempo y el avance tecnología, fue necesario más espacio para trabajar y almacenar: por ende, se crearon nuevas unidades de medida, que son como siguen:

o 1024 K = 1 Kigabite
o 1024 Kb = 1 Megabite
o 1024 Mb = 1 Gigabite
o 1024 Gb = 1 Terabite

En el mencionado lanzamiento, Bill Gates declaró la hoy célebre frase:
Nadie necesitará más de 637 KB de memoria (RAM) para un ordenador personal. 640 KB deben ser suficientes para cualquiera” (4)
. Hoy día, las películas que se almacenan en cantidades dentro de las computadoras de los jóvenes ocupan, como mínimo, 4 Gigabites de espacio, y estamos ante el inminente lanzamiento del Disco Duro de 1 Terabite. Las grandes compañías se conectan en red y utilizan como mínimo, 10 Terabites entre todas. ¿Nadie necesitará nunca más espacio, Señor Gates, eh?

En la familia, en los amigos, en pareja, cada uno necesita tener su propio y definido espacio; si bien se comparten casi todas las alegrías y las penas, la privacidad y el íntimo territorio no pueden faltar, y aquí se responde la pregunta planteada al principio. Todos, absolutamente todos, aún dentro de del amor, la política, la cultura, necesitamos tener un mínimo espacio que responda, de acuerdo al caso, a nuestra intimidad, a nuestro derecho como personas, a la difusión cultural o de ideales políticos que ayuden al pueblo. Todos necesitamos un espacio para vivir, para recrearnos, para cultivarnos y crecer en todos los sentidos.

La ambición de poseer más espacio se puede considerar “correcta”, siempre y cuando responda a fines de bien común, altruistas y que fomenten nuestro valor, como librería, plazas públicas, espacios de recreación física y mental (a menor plazo) y formación de bloques de países como las Naciones Unidas, y la Organización por La Defensa de los Derechos Humanos, e incluso, un MERCOSUR que cumpla con los objetivos propuestos en el Tratado de Asunción, a gran escala.
Siempre y cuando esa posesión de más y más territorios no implique la pérdida de una de las partes y sea a la fuerza, para fines que no enaltecerán nuestra calidad humana, como la guerra de maquillaje que ha lanzado los Estados Unidos contra Irak, en la que abunda la muerte de inocentes y argumentos dudosos acerca una invasión; o como la televisión, que debería ser un buen medio de difusión, de información pertinente y correcta, y en muchos (la mayoría) es todo lo contrario. Siempre y cuando no sea de esta manera, la obtención de más espacio, en común y para fines correctos, será algo necesario, y algo que nos beneficiará.

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1. SAINT-EXÚPERY, Antoine de. El Principito, Capítulo XVII – Pág. 74
2. ENCICLOPEDIA TEMÁTICA AUTOEVALUATIVA, Editorial Latinoamericana. Historia Universal – Pág. 344
3. ENCICLOPEDIA UNIVERSAL, Grandes de la Humanidad, Alejandro Magno. Fascículo 4 – Pág. 12
4. Declaraciones de Bill Gates. Año 1981.

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Temor a la Muerte

¿Cree usted que debemos temerle a la muerte? Personalmente, yo no lo creo.

Los humanos tememos a muchas cosas, y muchos de esos miedos no pasan a ser producto de nuestros propios cargos de conciencia. Tenemos miedo de la contaminación y sus efectos. Tenemos miedo del fin del mundo. Tenemos miedo de la guerra. Y lo más importante, tenemos miedo de la muerte.

¿Por qué estos miedos? Varios de ellos tienen una explicación lógica, y tan sencilla como breve. Por ejemplo, el temor a la contaminación se da porque sabemos que es nada más una forma en que la madre naturaleza nos hará pagar todo lo que le hicimos; así también, nos perturba pensar en el “Apocalipsis”, ya que en casi todas las religiones y preceptos que se siguen en el mundo se anuncia un gran juicio en que se tendrán en cuenta todos y cada uno de nuestros actos… y la miseria humana no tiene la conciencia tranquila. Tampoco nos gustaría la guerra porque, queramos o no, nos volveremos partícipes de ellas, como víctimas o victimarios. Pero, ¿el miedo a la muerte, por qué?

Paola Ferraro hace un interesante comentario, tal vez sin intención, en uno de sus cuentos:
“(…) no pudieron sentir otra cosa que no fuera un profundo respeto… y miedo. Mas que nada, ese miedo a lo desconocido, a algo que consideramos glorioso, a algo superior, que está por sobre nosotros.” (1)

Gran parte del miedo que se profesa hacia la mítica figura de la calavera de capucha negra y guillotina no es más que el miedo a lo que no conocemos, el temor por ignorar hacia donde vamos, hacia donde nos dirigen: el estar intranquilos por no tener la conciencia limpia o pensar que podemos perder lo que amamos. El recelo que surge al pensar que si no hemos obrado bien, iremos a parar al infierno, según la varias filosofías; o reencarnaremos en una criatura indeseable y “poco importante”, como piensan otros; así como se cree que será un retraso en el programa evolutivo de su espíritu y que las cosas mundanas no harán más que alejarlo del Nirvana (2) .

A partir de las ideas expuestas, pueden hallarse varios argumentos, tanto para echar por tierra mi afirmación inicial, como para debatir al respecto. Mas, lo que me interesaría de forma especial es profundizar en la afirmación de que existe algo más luego de la muerte, de que efectivamente hay un “más allá”, o mejor dicho, el siguiente plano (decir “más allá” me parece tan ambiguo como afirmar que este plano es el “más acá”). Quienes crean que luego de esta vida no hay nada, pueden tener un miedo bastante justificado de morir, ya que irse de manera repentina, sin acabar lo que uno ha empezado, o no haber hecho en la vida algo útil como para justificarla, e incluso, perder a alguien que se ama son cosas que causan dolor, y lo entendería muy bien. Pero, no, mis ideas con respecto al “otro plano” se representan muy claras en la siguiente cita, y creo con firmeza en lo que nos propone:
- (…) ¿Qué piensas que hay después de la muerte?-
- Hay tres opciones (…). Me estoy preparando para el bien eterno. Si lo que hay es malo, ya estaré preparada. Y si no hay nada, no tendrá importancia, sólo habré sido un suspiro mortal con delirios de grandeza.-
- (…) ¿Y qué pasaría si vivir es tu única oportunidad, si es el tramo final? ¿Por qué vives entonces, si sólo piensas en la muerte?-
- ¡Eso es! ¿Por qué estoy viva si este es el tramo final? Si la vida acabara en la vida sería mejor vivir bien materialmente que pensar en lo espiritual, total, todo acabaría aquí, ¡pero no! La gente quiere ser mejor más allá de la vida en sí. ¿Por qué? Porque hay algo después…-”
(3)

Efectivamente, creo que si el ser humano ha pasado eones tratando de trascender más allá del materialismo, del mundanismo, de las pasiones bajas que han guiado sus actos a través de la historia y que aún, hoy día, siguen haciéndolo, es porque sabe, en lo profundo de su escencia, esa escencia a la que yo llamaría alma, que debe estar preparado para lo que venga después.

Ninguna de las justificaciones que di de ejemplo para motivar un miedo, fobia, pánico, temor, aún la mínima exaltación ante la idea de nuestra partida física me parece motivo suficiente para sentir temor alguno. Dejar el cuerpo no significa nada. El mismo Principito, en sus tantas alegorías, lo dijo así, al despedirse de su amigo, el piloto:
"Será como una cáscara que se abandona. Las cáscaras no dan pena." (4)

Veo a aquellas excusas para no morir, de acuerdo a las circunstancias, con un cierto grado de ignorancia, como falta de fe; o incluso un auto sabotaje al entendimiento propio de la situación. Ya sea ante el cielo, el infierno, la reencarnación o la evolución espiritual, la muerte representa una puerta hacia la continuidad de nuestros actos en vida, y depende únicamente de nosotros decidir cual es el camino que seguiremos en el siguiente plano. Es más un temor a cambiar lo que conocemos por lo que no conocemos, como propone la cita de Ferraro que mencioné al principio.

En el momento en que uno acepta que la vida no acaba con la muerte en realidad, uno empieza a comprender y a entender mejor muchas cosas, a aceptar con tranquilidad lo frágil de la vida. Se empieza a asimilar que, aunque nos sea doloroso despedir el cuerpo de alguien que hemos amado mucho, lo que ese cuerpo contenía ya está en camino a subir unos cuantos peldaños más de su existencia; a aceptar, concientemente, la justa recompensa o castigo que vayamos a recibir por nuestros actos en la Tierra; a interpretarlo como una oportunidad de empezar de nuevo grandes proyectos si aquellos que empezamos en la Tierra fueron repentinamente apartados de nosotros; a pensar con tiempo, desde hoy, de qué valdrá nuestro paso por la Tierra, y si nuestra muerte significará una pequeña o una importante ausencia en actos, en proyectos, en actividades, es decir, si hicimos algo útil con nuestras vidas…

No tengo miedo a la muerte, porque creo con seguridad que allá todo continua, y que los ciclos de la vida siempre se cierran de manera impecable, por muy repentina o dolorosa que sea la partida. Estoy satisfecha con mis actos y con lo que he hecho con mi vida, hasta hoy. Mi esperanza está puesta en esa continuidad.

¿Sigue usted temiendo a la muerte? No hay porque… Tenga más temor de nosotros mismos, de los humanos, la crueldad, el dolor, la miseria, la injusticia, la desigualdad, la pobreza. Que no consideren a un humano digno de vivir como tal, es quizás peor, mucho peor que morir.

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1. FERRARO, PAOLA: Templarios II: La Copa de Abú, Pág. 1.
2. En algunas religiones de la India, estado resultante de la liberación de los deseos, de la conciencia individual y de la reencarnación, que se alcanza mediante la meditación y la iluminación.
3. Autor Anónimo. Ian y Leia, Pág. 3.
4. SAINT EXÚPERY, ANTOINE DE: El Principito, Editorial Kapelusz. Uruguay. Año 2005. Pág. 110

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Anillo Iris

La sequía y el verano significaban muerte, y los niños se daban cuenta de ello.
Pero no se daban cuenta del concepto. Sólo sentían la realidad certera, verdadera.

Sus sedientas caritas, llenas de polvo por no bañarse hacía mucho tiempo (ahorrando agua) se estremecían y temblaban, ante la visión que tenían ante sus ojos: la última vaca que tenían había muerto, y ya no podrían tener la más leve esperanza de un ingreso. Claro, siempre estaban las ventas de artesanía a la que se dedicaban su mamá y sus hermanitos mayores. ¿Pero quién compra lo que no se vende? ¿Quién compra lo que sólo existe en el pasado?

Pero los niños no podían pensar en déficit. Ni en recisisón. Tenían calor y no podían pensar. Levantaban la cabeza y miraban. Ese sol, esa bola amarilla asesino y caliente que los mataba poco a poco, estaba rodeada ese día de un hermoso arco iris circular, como la aureola de un hermoso porvenir: tenía colores hermosos e indescriptibles, más variados que los de un arco iris normal, y parecía que a cada minuto se volvía más grande…

Demasiado pequeños para soportar un día más ese calor infernal y seguir alucinando con el seco estero que se encontraba a pocos kilómetros del otrora Río Pilcomayo. Muy niños, muy inocentes para entender que su río no se lo robo un geniecillo malo porque se portaron mal, sino que lo vendió un gran ogro y su séquito porque querían cerrar un buen negocio. No, eran muy chiquitos para comprender aún que aparte de la horrorosa sequía, se pronosticaban días más tristes, peores a causa del efecto invernadero que calentaba como un horno gigantesco al Chaco Paraguayo.

Pero esa noche se dio un milagro (milagro)

El grandioso anillo iris que había acompañado al sol hasta el ocaso, era, según los meteorólogos de la capital, un pronóstico certero de lluvia. Pero nadie explicaba el fenómeno de los colores diferentes del aura, que no correspondían a la correcta descomposición de matices del agua. Los estudiosos afirmaban que los componentes de la lluvia ácida no tenían por qué manifestarse en la famosa jere* por una descomposición incompatible de los colores. Algún que otro desprevenido televidente comentó que no hacía falta preocuparse por fenómenos de colores, si al fin y al cabo la crisis financiera nos mataría a todos antes que el envenenamiento global. Como mató a la vaca de la familia de los niños.

En Pozo Colorado, donde las voces de los meteorólogos no llegaban a discurrir acerca de fenómenos meteorológicos, comenzó. Poco antes de la media noche, fuera de la casita de paja y tablones, se comenzaron a oír pequeñas gotas de lluvia, como una sinfonía de vida, tan grande presente como el caballo troyano. Tan necesarias para la muerta fauna y la vaca podrida como para los niños que caminaban horas bajo el sol por un cántaro de agua.

Cuando el agua inundaba con sus estruendos el piso de la choza, los niños salieron, primero que nadie, a saltar bajo la lluvia celestial. Abrían las pequeñas boquitas al cielo, y en un desesperado intento de calmar su sed de vida, bebían de aquella lluvia, aquella lluvia ácida que podría mantenerlos con vida hasta la próxima vaca… hasta la próxima venta de artesanía.

Hasta que la recesión los asesinara de una vez.

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* Del guaraní: ronda, círculo.

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Cajón

Cuando toda la vida es falsa, y el límite entre lo autóctono y lo adquirido se desdibuja por completo, dudas de tu ser y su autonomía. Cuando ves que las sonrisas brindadas no son auténticas, que sólo son muestra de vacía amabilidad… Predicando la sinceridad, repudiando la moda y la sociedad, y sin embargo sigues en ella; odiando las mentiras y la pueril organización de cosas que no tienen importancia, y sin embargo ayudas, sigues, apoyas, soportas, incentivas, sonríes, ¡continúas engañándote a ti mismo!

¿Es que acaso me gusta vivir de la hipocresía y la felicidad fingida? ¿Por qué no soy capaz de romper las cadenas que me atan a moldes sin objetivo?... ¿Por qué me encierro en esquemas sin sentido? ¿Por qué no puedo gritar lo que pienso, sin sentirme tan estúpida como cuando callo…?

Porque da exactamente lo mismo.

Callar me lleva al borde de los abismos de la dulce locura, aquella que en sus profundidad me domina; hablar sería bueno si se tuviera a quién decirle, pero, ¿quién escucha? ¿Y quién merece escuchar? Agonizando en la pedante idea de que nadie vale lo suficiente para oírte gritar, recuerdas esa verdad que tratas desesperadamente de ocultarte todo el tiempo: eres parte de ello, y te gusta… te dejas llevar, no luchas, avanzas…

Mueres y gritas que duele, pero el dolor es placer para ti…
¡Eres humano!

Las máscaras son algo tan propio e inerte como el seguir respirando para vivir, ¿por qué respirar? Tu vida se sostiene de forma tan débil… eres más frágil que el cristal, tanto tu cuerpo como tu alma; y el cuerpo no hace más que encerrar una esperanza de grandeza. Esa grandeza que nadie ha visto pero con la que todos sueñan; esa supuesta inmortalidad, reencarnada o en otra dimensión, aquella que asegura que somos seres divinos y que nuestro cuerpo es sólo un transporte que nos trae a enseñarnos de los errores que cometamos. Una máscara que cubre nuestra esencia. Nuestra verdad, si hubiere alguna.

Y aún cuando llevamos una máscara puesta por culpa de la vida; y aún cuando estamos condicionados por células, hormonas, neuronas, tejidos nerviosos y sentimientos, como si eso no fuera suficiente, la sociedad te rodea y se adueña de tu vida inevitablemente. Indefectiblemente. Aunque no quieras, y trates de luchar; aunque nunca te lo cuestiones, y simplemente vivas formando parte de la vegetante masa; aunque lo puedas ver, y te agrade… en fin, sea cual fuere tu posición, no hay salida.

¿Para que tomarte en serio la vida, si al fin y al cabo no saldrás vivo de ella? ¿Para qué trascender y dejar huellas? Sólo pasas y mueres, y aunque vivas en la memoria de la gente, verdaderamente, ¿dónde estás tú?

Y vuelta a principio de la profunda tangente… Es simplemente admitir que toda vida es una mentira y una máscara: la verdad, no sé dónde está mi vida de verdad. Pero preocuparme por ello tampoco tiene sentido, porque en el fondo y al final, cuando todo acaba, mi vida no tiene sentido. ¿Comprendes? TU vida o LA vida me importan poco. Es MI vida la que no tiene escapatoria ni salida, ni sentido, ni objetivos, ni metas… por mucho que parezca todo lo contrario.

Es MI vida la que no persigue una causa, y que aparenta estar tan feliz, tan preparada y tan organizada como para tener planificada toda una vida, cuando en realidad… es sólo MI vida, y yo decido terminar con ella.

¿No tiene sentido lo que digo?
En el cajón, esas cosas ya no importan.

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Ángeles

Mi vida no era más que un despojo de momentos tristes y crueles, y no había más que rechazo y reprobación. Las cosas a las que estaba acostumbrada ya no dolían tanto; y sólo me sometía mis miedos de niña, sin querer luchar contra ellos ni sobreponerme a la realidad. Estaba acostumbrada a ser infeliz, triste, a no tener alegrías y no poder sonreír.

Y entonces llegaste tú, como un maldito ángel salvador, con tu sonrisa de doble filo y tus cortantes palabras que me amargaban y me gustaban a la vez. Me denigrabas, ¡sí!, me humillabas, te burlabas de mí como si no quisieras que te viera como a un ser con sentimientos y yo no hacía más que enamorarme más y más de ti. Eras un maldito demonio que trataba de levantarme de la muerte de amor en la que me sumergí, y no admitía un “estoy cansada de procurar ser feliz y no lograrlo”. Te reías de mis argumentos, degradabas mis ideales, rechazabas mis propuestas y me traía la luz en medio de una oscuridad que empezaba a querer.

Finalmente luche por ti. Te consolé al llorar y sufrir; y luché contra todos aquellos que te quisieron lastimar. Estuve a tu lado incondicionalmente, no te deje de abrazar; y cuando finalmente entendiste que te amaba, me diste un beso, me dijiste “nos vemos en el más allá” y me dejaste para siempre.

Y ahora que ya sé qué es ser feliz, ya no puedo –siquiera- ser infeliz.
Te llevaste todo de mí.

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Estaca

No tengo palabras. Sólo puedo escribir.
No puedo llorar ni extrañarte.
Y no puedo dejar de sollozar pensando que todo esto lo pude haber evitado.

Así como empecé, sé que éste va a ser un escrito lleno de tristeza. Pero que exactamente por esa razón, es sano escribirlo; es el mejor encauce y descarga que me puedo permitir, sin lastimar a nadie por sólo un mal momento. No quiero que te sientas mal, ésa no es mi intención. Simplemente quiero que sepas que así es como realmente me siento, y que no puedo hacer nada más que esperar para estar mejor.

Es difícil aceptar el hoy sin poder divisar un similar mañana. Mañana ya no me acompañará tu tierna mirada; no me alegrará tu carácter, siempre tan divertido y optimista. Mañana, tus risas no sonarán en mis oídos, y ya no habrá despedidas dulces, porque ni siquiera habrá un tierno saludo. Mañana, sencillamente, no vas a estar más conmigo. Te marcharás de mi vida, de la cual ya no quieres formar parte, y vas a contemplar nuevos horizontes y nuevas oportunidades.

Es cierto que tengo que alentarme ante la perspectiva de un día diferente. Pero, si no estás conmigo, ¿con quien lo voy a compartir? ¿Y para qué quiero conocer y disfrutar cosas nuevas, si voy a estar sin ti?

Lloré ya por tu partida; y en cada una de las lágrimas que derramé, iban recuerdos de los momentos que pasamos juntos. Sentía tus besos plasmados en mis mejillas, ardiendo como una quemadura, tan fuerte que hasta me dolían. Tu nombre moría a cada segundo en mis labios para volver a nacer y clavarse en lo más profundo de mi alma penetrando en mi corazón como una ponzoñosa espina.

Si tú quieres, puedes ser cada una de mis lágrimas... Por que ya eres el sol, la luna, las estrellas y la luz que ilumina mi vida, y que en su trayectoria, sólo avista y precisa de algo en su recorrido: estar a tu lado. Te brindaré todo mi cariño, mi apoyo, mis fuerzas y mi amor, ¡¡¡todo de mí!!!

Pero sólo te pido que te quedes a mi lado, que vuelvas a acompañarme en mi camino. Porque, aunque yo deje de llorar, los recuerdos quedan flotando. Aún cuando tus besos dejen de doler, nunca dejaré de sentirlos plasmados como enormes cicatrices. Y aunque mis labios se gasten, y ya no tenga voz para hablar, tu nombré vivirá en ellos clavándose más y más en cada una de las fibras de mi ser, como una estaca, directo al corazón.

Como una estaca.

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Tentación (fragmento)

- Si pudieras pedir un deseo en este mismo momento, ¿qué pedirías?

Me quedé pensando, callada y concentrada un largo rato, decidiendo lo mejor.
Morir es lo que deseo” pensé. “Pero no me quiero suicidar, porque el suicidio no me parece opción. Sólo sería la manera más cobarde de escapar de la vida”. "No de la vida, de esta etapa de tu existencia", dijo una voz en mi cabeza. “Ah, sí, sólo sería la forma más... ¿quién dijo eso?” cuestioné contrariada. "Tu conciencia, estúpida, tú misma me convenciste de que hay algo más luego, así que sólo es la siguiente fase", respondió la voz. “Oh, por supuesto” admití a mi misma, algo turbada. “Y bueno, no quiero morir, pero tampoco vivir…” concluí.

- Quiero pasar a la siguiente fase de la existencia
- Ah, sí… - dijo, indiferente
- “Si, la siguiente fase” – insistí – Hay algo más, a mi criterio

Me miró a los ojos: una leve esperanza chispeaba en lo más profundo de ellos.

- ¿Tú crees? – dijo, bajando la cabeza y poniendo sus muñecas en las puntiagudas rejas de la casa frente a la que pasábamos. Luego, tomó su mano, y dibujando una línea en el exacto lugar en que una se quitaría la vida cortándose, dijo:
- Pasar a la siguiente fase es relativamente fácil. ¿Estás segura de que quieres eso? Cortarte y desangrarte te tomaría unos diez minutos… podrías experimentar un lanzamiento al vacío… ponerte frente a ese camión – y señaló a un enorme trailer que pasaba – ser más exquisita y tomar un veneno… atar una cuerda a aquel sauce llorón… usar un arma cualquiera, consiguiéndola en cualquier lado. Puedes hacer como Sabrina en la película, encerrándote en una cochera y prendiendo todos los autos para ahogarte con el monóxido de carbono… o como Virginia Wolf, poner piedras en tu bolsillo y arrojarte al río…

El no había entendido mi idea. No quería matarme. Quería que me maten. Pero no le dije nada. Lo dejé seguir navegando en sus ideas.

Volvió a levantar la mirada. Me miró con amor, y nunca olvidaré esa mirada, ese momento. Parecía agradecerme por algo. Me abrazó fuerte, como me gustaba que lo hiciera, y habló al fin, quebrando el mágico silencio que nos hundía más y más en una macabra depresión.

- Si de verdad estás convencida de que hay algo más después… - miró mis ojos y me dio un beso. El beso más tierno y suave que jamás me darán. Un beso inolvidable. – Si de verdad lo crees, yo creo. Y en ese caso no sería tan malo experimentar, contigo.

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Lluvia

Era un día soleado, pero unas grises nubes se asomaban al horizonte, y se veía que en la calma, llegaría la tormenta. La joven caminaba por la acera de un pequeño pueblo, tal vez el suyo, pero no lo recordaba. Deseaba que el sol bajara al fin y comenzara a oscurecer, porque en la oscuridad se sentía la soledad tangible, y le parecía creer que todos estaban un poco más abandonados a su suerte, como ella lo estaba.

Empezó la lluvia, y con la lluvia apareció aquella sombra.

Caminaba en dirección opuesta a la que llevaba la joven. Entendió que todos sus momentos vividos los había pasado para llegar a ese momento. Podrían llamarlo como quisieran, hasta destino, aunque no aceptaba someterse: pero ellas dos debían encontrarse ahí, bajo esa lluvia, ese ocaso oscuro.

Se detuvieron frente a frente. La joven estaba bronceada, sucia, maltrecha. Los ojos profundos, negros, cabello corto y enmarañado. La vida muerta, y muerta en vida.

La sombra no tenía rostro, tenía sólo dos ojos azules que brillaban bajo el velo negro de neblina. Una catarata de cabellos salía de una gruesa capucha que la cubría. Capucha que no era más que la oscuridad.

Estamos solas en la tormenta

Una blanca mano salió de la sombra. Una mano blanca, de fantasma. Las gotitas se pasaban a través de ella, como si compitieran para ver quien se escurría de quien, pero la sombra ganaba. La joven levanto su manchada mano. Sintió las gotitas.

Escúchalas. Mientras caen, cuentan historias

La joven miró a la sombra. Calló su mente, y su corazón, y escuchó lo que decía la lluvia.

Sálvanos

La joven se preguntó quien podría dañar a la lluvia, a la dulce caída que venía desde arriba, tal vez lo único que sentía que le enviaban de allá arriba. Y pensó que no era la lluvia la que necesitaba ayuda.

Para eso estoy aquí

Un relámpago en el fondo quebró el silencio con un trueno, como si una importante revelación acabara de estallar.

Tal vez te sientas sola, pero continúo contigo. No hay nada más peligroso que la absoluta soledad

La joven entendió que ese atisbo de recuerdos que tanto había conservado por dentro ya no era más que esa sombra que tenía enfrente. Esa sombra perdida hacía tanto, y a la que volvió a encontrar esa noche, bajo la lluvia. Sus recuerdos se extinguieron. Sólo quedaba un manto de oscuridad y cabellos, y unos etéreos ojos que la miraban desde muy, muy lejos, desde otro tiempo.

La sombra entendió que se volvió los pesados pasos de una vida oscura y deprimida, y que los ojos pueden estar tan tristes que pierden su brillo… y se vuelven oscuros, profundos… abismales. Esa mirada tenía la joven. Era una vieja en un cuerpo de joven, y poseía esa mirada que alguna vez fue límpida y azul como la suya.

Estamos juntas. Ellos volvieron. Ya no estamos solas en la tormenta

Nunca podría volver sin sus recuerdos. Si los perdía, ella se perdía. Y los recuerdos son sólo de lo que le pasa a uno mismo. Los recuerdos son uno mismo. Los recuerdos son una compañía cuando ya no te queda nadie. A veces, los recuerdos son lo único que nos queda*.
La sombra era su recuerdo. Al fin se descifraba.
La lluvia cesó.

Después de la tormenta, viene la paz.
Por eso debían encontrarse. La lluvia se lo dijo.
Puedes cumplir todos tus sueños. Tan sólo no olvides oír a la lluvia

La sombra del recuerdo se unió a la joven. Sus ojos comenzaron a brillar. Ya oscureció, pero la luna brillaba y las nubes se amontonaban para volver a llorar, pero de alegría. La lluvia seguiría.

Caminó por la acera. “Este es mi hogar”. Estuvo allí todo el tiempo, y no lo vio hasta ese momento. “Mis recuerdos se esfumaron, y mi vida despareció. Pero ahora volvieron”. Comenzó a llover. La joven bronceada y sucia, caminaba por la acera. Lo único que llamaba la atención era el brillo de su azul mirada.

Ahora, no estoy sola. Escuchemos a la lluvia…
La lluvia repetía un solo canto. Un solo llanto.
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* Murakami, Haruki. Kafka en la Orilla.

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