6.11.08

Poema A Un Caramelo

Su perfil.
Su hermoso, dibujado, perfecto perfil.

El culto al cuerpo,
la admiración a la belleza,
su piel de gacela,
sus ojos en llamas.
El poema gastado,
la adoración perversa.
Su perfil.

Aquel perfil por el que mis dedos
pasearon una y otra vez,
en el silencio de la luna,
tumbadas en el pasto.

Sus hombros.
Su escote.
Sus senos.

Su respiración fuera de compás,
que invitaba a transgredir
cualquier norma de convivencia
y “normalidad”.

Su figura.
Sus manos.

Aquella sonrisa llena de hoyuelos,
aquellos cabellos llenos de historia.
Su mirada, llena de voces
que escaparon
del holocausto.

Sus labios.
Tan libres y momentáneos
como una fuente de sangre,
como una colonia aislada.

Las decepciones. Constantes.
Incontables. Demasiadas.
Las discusiones. Los abrazos.
Los celos. La historia compartida.
La sangre. En su fuente. En sus recuerdos.

Las uñas que bajan rasgando las paredes.
Las bolsas de papel que parecían un hombre.
La mente (¿dónde está?).

Las bromas.
Los obstáculos,
los abrazos oscuros,
llenos de Edipo,
llenos de Electra,
llenos de Cleopatra.

Los abrazos llenos
de un tarot por siempre negado,
de una noche de borracheras
y sorpresas entre sorpresas.

Un abrazo en sueños,
un compartir en sueños
(más de una vez).

.-.

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