26.12.08

Éter

Un día, justo en ese punto intermedio entre desvanecerse en la noche y brillar con el sol de la tarde, tome tu espíritu y comencé a moldearlo con mis manos.

Mis dedos se movían dóciles, frágiles, tranquilos. Al compás de la respiración de un ejercicio de meditación. El dedo índice doblándose en si mismo, con seguridad y agilidad, sentaba las bases del siguiente dedo. El anular señalaba distante hacia el cielo. Alrededor, el aroma a cigarra, el aroma a caballo, el aroma a multiprocesador de verduras con nombres exportados. Alrededor, una de mis tantas sonrisas perdidas, vino de visita. Estaba sentada frente a mis manos laboriosas.

Tu espíritu, quejumbroso, maleable, se movía al compás de mi respiración - como en un ejercicio de meditación -.

Satanás en sus ojos.
sánataS ne sus sojo.


Rahel y Estha. Ammu y Velutha. Karina y Jesse. Todos personajes que vinieron a hacer de espectadores. Las últimas gotas de amatista caían, sin ningún tipo de contemplación. Hasta las ojas secas, que pintaban el piso de color naturaleza.

Y luego, cuando ya la agonía de las sonrisas perdidas dejaron a la naturaleza pintar la tarde color crepúsculo, Rahel y Estha se amaron sin seguir ningún tipo de regla de monjas roídas por los principios de auto-humillaciones.

Y luego, cuando las desahuciadas porciones de tu ser contenidas en la incorporeidad de mi plastilina juguetona decidieron dejar de ser sólidas y convertirse en éter, Ammu y Velutha se amaron a la orilla del río. Sufriendo atentados de mangostas y de hormigas y de asesinos en potencia en cada molécula de escaleras que los rodeaba.

Y luego, cuando el silencio se impuso, cuando mis dedos se quedaron quietos posados sobre tu nombre luego de haber acabado con los últimos pedazos de tu de tu ser – reflejados en la aurora boreal de Lappiland, que tal vez están viendo en estos momentos – Karina y Jesse no se amaron trasgrediendo reglas o desafiando mangostas u hormigas.

Se despidieron con medias frases, con medias de colores, con medias porque nunca hubo completas. Se despidieron sin besos, sin abrazos, sin peleas, sin sonrisas, sin espíritus.
Se despidieron de la mano de mis dedos adoloridos y tu alma pulverizada. Simplemente se despidieron.

Y ahora, de Nuevo, sigue el camino

Pocos fueron lastimados. Tus miedos no se cumplieron.

Solo hemos herido entes insignificantes.

Solo tu espíritu.

Solo mis dedos índice, anular y el pulgar, que ejecutan en silencio Comptine d’une autre été en un piano ajeno, perdido en medio del lejano viejo oeste

.-.

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