3.12.08

Espacio

A nadie le quepa duda de que las personas, con respecto a la Tierra, son criaturas insignificantes: mientras las primeras no sobrepasan los 2,50 metros de altura -con mucho-, la Tierra cuenta con un diámetro de 12,756 Km., lo que le da categoría de “el más grande de los planetas interiores” (entre Mercurio, Marte y Venus). No es necesario un análisis exhaustivo para ver que hay una gran desproporción entre el tamaño de uno y otro; así que, con ésta primera conclusión, surge una pequeña inquietud que se plasma en el siguiente planteamiento, propuesto en El Principito:
Los hombres ocupan muy poco lugar en la Tierra. Si los dos mil millones de habitantes que pueblan la Tierra se colocaran uno junto a otro, un poco apretados, como en una manifestación, podrían pararse cómodamente en una plaza pública de veinte millas de largo por veinte de ancho. (…) Seguramente las personas mayores no les creerán tal cosa, porque imaginan que necesitan ocupar grandes espacios” (1).
¿Necesitamos en realidad ocupar tanto espacio? ¿Tomar todo, adueñarnos de ello, poseerlo? ¿No son suficientes acaso nuestros pequeños hogares, nuestros pueblos, villas? ¿Necesitamos, en verdad, más espacio…?

Desde tiempos inmemoriales, la posesión de los mejores territorios o la mayor cantidad de ellos determinaba el poderío de los pueblos que iban asentándose. La orilla de un río, la tierra fértil, alimentos y recursos disponibles determinaban su alcance. Y una vez que obtuvieron todo eso, se formaron como ciudad, se establecieron de manera sedentaria, evolucionaron y se volvieron poderosos. ¿Qué les haría falta para ser más poderosos, en esa ambición característica de nuestra raza? ¡Someter a los pueblos menos o igual de poderosos que ellos, y tomar sus espacios, sus buenas tierras, sus recursos y riquezas!

Es de estas circunstancias que surgen los grandes héroes de la antigüedad: Aquiles, Alejandro Magno, Julio César, Atila el Huno… estos personajes, en especial, tienen una característica en común: gran parte de su fama se debe a la/s conquista/s de cada uno, en un grado y/o circunstancias diferentes, y al final de todo, conquistaron la inmortalidad histórica. Aquiles conquistó la fama a la vez que conquistó el protagonismo en la famosa guerra de Troya. Julio César no dejaba de conquistar pueblos a su paso; y fue conquistado por los seductores encantos de Cleopatra, Reina de Egipto. Fue conquistado por creer suya la conquista (¡Qué ironía!).

Atila el Huno, conocido como “El Azote de Dios”, fue derrotado por Aníbal en su batalla final, tratando de conquistar la frontera y los Cáucasos. Aníbal entonces, por curiosidad, le preguntó quiénes, a su criterio, le parecía los más grandes conquistadores de la humanidad. Atila dijo que en tercer puesto ponía a Julio César, en segundo a él mismo, y en primero, a Alejandro Magno. "¿Por qué te colocas en segundo lugar, si yo te he derrotado?”, le interpeló Aníbal, a lo que Atila respondió “Porque si no lo hacías, yo sería el primero” (2).

Alejandro Magno tiene recibió también un comentario que viene al caso: cierta vez, su padre, Filipo, Rey de Macedonia en ese entonces, le dijo:
Busca, hijo mío, un reino igual a ti, porque en Macedonia no cabes” (3).
Alejandro murió a los 32 años, habiendo conquistado el 90% del mundo conocido en ese entonces. Siglos después, su sueño de helenizar al mundo era una realidad. La grandeza iba de la mano de la conquista, y la conquista no era más que la posesión de más mejores territorios: espacios.

Con el paso del tiempo, la humanidad fue manifestando su poderío y alcance mediante la posesión de grandes espacios, ya sean físicos o culturales. Las cruzadas, en pos de la recuperación de lo que, a juicio de los cristianos de ese entonces, les pertenecía, como si la pertenencia universal no fuera una opción; la conquista y colonización de América; la independencia de la misma, la fundación de las Repúblicas independientes y estados unidos; las guerras por la posesión de más y más y más territorios, como las conquistas de Victoria, la Reina de Inglaterra. La mismísima guerra de la Triple Alianza puso en juego la pérdida de gran parte del suelo paraguayo. Todo siempre ha sido la posesión, la ambición de tener más espacio para demostrar cuán poderosos somos.

Hoy día, en la gran revolución informática y en la moderna época en que las telecomunicaciones avanzan y la posesión de recursos como el petróleo y el agua son infalibles (sí, el agua ya es escasa) lo que determina el poder es la posesión de los mismos y al manejo de las nuevas tecnologías. Así es que nos encontramos ante el dilema del espacio informático. En 1981, Bill Gates hizo un comentario al que deberá preceder una pequeña explicación para poder apreciarlo: la menor unidad de almacenamiento informático es 1 K. Este almacenamiento se usa tanto para guardar datos como para mejorar la velocidad y calidad del trabajo en proceso en el ordenador. Con el paso del tiempo y el avance tecnología, fue necesario más espacio para trabajar y almacenar: por ende, se crearon nuevas unidades de medida, que son como siguen:

o 1024 K = 1 Kigabite
o 1024 Kb = 1 Megabite
o 1024 Mb = 1 Gigabite
o 1024 Gb = 1 Terabite

En el mencionado lanzamiento, Bill Gates declaró la hoy célebre frase:
Nadie necesitará más de 637 KB de memoria (RAM) para un ordenador personal. 640 KB deben ser suficientes para cualquiera” (4)
. Hoy día, las películas que se almacenan en cantidades dentro de las computadoras de los jóvenes ocupan, como mínimo, 4 Gigabites de espacio, y estamos ante el inminente lanzamiento del Disco Duro de 1 Terabite. Las grandes compañías se conectan en red y utilizan como mínimo, 10 Terabites entre todas. ¿Nadie necesitará nunca más espacio, Señor Gates, eh?

En la familia, en los amigos, en pareja, cada uno necesita tener su propio y definido espacio; si bien se comparten casi todas las alegrías y las penas, la privacidad y el íntimo territorio no pueden faltar, y aquí se responde la pregunta planteada al principio. Todos, absolutamente todos, aún dentro de del amor, la política, la cultura, necesitamos tener un mínimo espacio que responda, de acuerdo al caso, a nuestra intimidad, a nuestro derecho como personas, a la difusión cultural o de ideales políticos que ayuden al pueblo. Todos necesitamos un espacio para vivir, para recrearnos, para cultivarnos y crecer en todos los sentidos.

La ambición de poseer más espacio se puede considerar “correcta”, siempre y cuando responda a fines de bien común, altruistas y que fomenten nuestro valor, como librería, plazas públicas, espacios de recreación física y mental (a menor plazo) y formación de bloques de países como las Naciones Unidas, y la Organización por La Defensa de los Derechos Humanos, e incluso, un MERCOSUR que cumpla con los objetivos propuestos en el Tratado de Asunción, a gran escala.
Siempre y cuando esa posesión de más y más territorios no implique la pérdida de una de las partes y sea a la fuerza, para fines que no enaltecerán nuestra calidad humana, como la guerra de maquillaje que ha lanzado los Estados Unidos contra Irak, en la que abunda la muerte de inocentes y argumentos dudosos acerca una invasión; o como la televisión, que debería ser un buen medio de difusión, de información pertinente y correcta, y en muchos (la mayoría) es todo lo contrario. Siempre y cuando no sea de esta manera, la obtención de más espacio, en común y para fines correctos, será algo necesario, y algo que nos beneficiará.

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1. SAINT-EXÚPERY, Antoine de. El Principito, Capítulo XVII – Pág. 74
2. ENCICLOPEDIA TEMÁTICA AUTOEVALUATIVA, Editorial Latinoamericana. Historia Universal – Pág. 344
3. ENCICLOPEDIA UNIVERSAL, Grandes de la Humanidad, Alejandro Magno. Fascículo 4 – Pág. 12
4. Declaraciones de Bill Gates. Año 1981.

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